jueves, 22 de septiembre de 2011

La inundación de Javier Pineda





La salida de los cauces del río Samaria, Grijalva y Usumacinta inundando cientos de poblaciones, entre ella la de mayor concentración, Villahermosa, trajo consigo un impacto psicológico que ni siquiera la vuelta a la normalidad ha podido subsanar.

La desconfianza frente a la naturaleza y frente a las instituciones oficiales sigue siendo la actitud dominante de miles de tabasqueños.

Frente al miedo o al olvido intencionados, dos pintores en Tabasco han abordado en sus cuadros la tragedia vivida entre octubre y noviembre de 2007. En ambos casos, el resultado ha sido testimoniar a través del lenguaje plástico la traumática experiencia.

El arte como una cura, como una sanación de la psique individual y colectiva.

Rogelio Urrusti lo recrea en un tono colectivo, trazando con acuarela la epopeya comunitaria que sigue a la catástrofe.

Javier Pineda, más reflexivo, se ocupa de los desbordamientos sólo que hacia adentro, desde la psique individual, hacia los mecanismos internos que se levantan para hacer frente a la adversidad.

Por esos sus hombres y mujeres desnudos contemplan el cause a lo lejos, pero igual de desprotegidos, frágiles ante lo desproporcionado.

A través del dibujo realista, el pintor originario de Macuspana, contrapone lo bello, siempre en armonía, con lo horrendo, que es amorfo, en una parábola visual: el equilibrio de los cuerpos entre cayucos y costaleras, acaba por perderse.

La vertical es la línea donde reposan las certezas.

No es esta una preocupación casual en Javier. El deterioro que han sufrido las provincias de Tabasco a raíz de la exploración petrolera y el crecimiento de las urbes contra el abandono del campo, le viene de muy lejos: él ha visto cómo su primer mundo ha sido arrasado por esa modernidad falsa.

Muchos de sus óleos recogen esa amenaza que se cierne con colores pastel contra el primer paraíso lleno de dicha y animales.

Pineda es un pintor de la selva, pero no a la manera de los muchos acuarelistas que hay en la entidad, que sólo son paisajistas reproduciendo los atardeceres del campo, los manglares donde por cierto abundan los jaguares, aunque estos literalmente se han retirado.

Con Pineda, la selva de Tabasco, es su selva, llena de animales dichosos, de lagartos que cuelgan de ramas, de garzas que bostezan, de monos que juegan con frutos maduros- nada que ver con las gaviotas disecadas de una docena de paisajistas locales, imitadores del gran acuarelista, Miguel Angel Gómez Ventura.

No obstante, en “Lo peor está por venir”, la alegría de ese Edén cede al gris tirando a negro del futuro. La expresión, por cierto, es la que usó el gobernador Andrés Granier en aquellos días para advertir a los villahermosinos lo que se anunciaba.

Por eso Javier prefiere ahora como dice uno de los títulos de sus pendones de técnicas mixtas “Cerrar los ojos para no ver” la extinción de los animales míticos, del negro que ya no sólo domina los cielos sino también los mares y ríos.

El cuadro “Lluvia ácida” me parece que es la esencia de lo que espera este pintor con una formación académica completa. No es para nada académico, aclaro. Parece más una pintura proveniente de Africa, de ese continente donde dice que empezó todo, la historia humana.

En primer plano aparece lo que puede ser un niño con las cuencas vacías, sin extremidades. ¿Se trata de lo que le espera a los hijos de esta generación cuyo dios fue el progreso? ¿O es el tótem o penate abandonado al final por una familia antigua, tan vieja como el primer hombre, un dios que no sirvió para encontrar más esperanzas?

Del cielo azul no cae más la lluvia ni frutos maduros. Cae la lluvia negra, la lluvia ácida, el agua maldita del progreso. Y sobre su cuerpo, plumas en picada. Plumas que ya no vuelan. Plumas de garzas y gaviotas que ya no están en la tela. Plumas de la muerte. De un ángel desplumado. Y lo peor está por venir... pero ya está aqui y apenas lo vislumbramos como una larga pesadilla.



domingo, 4 de septiembre de 2011

¿Cuál es la historia, Fernando?





No me gusta dar consejos, pero Paulo Estrada, un joven que ganó recientemente un concurso de ensayo convocado por el IECT, me pide que le dé algunos.
Me lo presenta Gamaliel Sánchez, cazador de talentos y a quien encuentro al final de la exposición de libros de artista, de María Nava, que tiene lugar la noche del jueves 1 de septiembre, en la Librería Universitaria de la UJAT.
Gamaliel me entrega el número reciente de la revista Magisterio, dedicada a los "Tiempos violentos", que hojeo con interés mientras los demás platican.
Levanto la mirada de la entrada del primer artículo y me encuentro con los ojos de Paulo, que aguarda.
Lo primero que se me ocurre decir es una tontera: hay que tener por principio buena memoria. Pero le oculto el motivo por el que llegué tarde al evento, dejé las llaves dentro de la camioneta.
No puedo decirle más porque sigo hojeando la revista de Gamaliel, que no sólo edita, reuniendo aquí y allá textos para los números venideros, sino que también la escribe; en esta edición bimensual presenta simultáneamente a dos autores jóvenes, el ardid de pasarse de uno a otro en los párrafos funciona.
Al vuelo le digo a Paulo Estrada que un ensayista tiene por lo regular buen ojo, como el señor que me calibró las llantas para venir de Paraíso hasta Villahermosa. O como Gamaliel Sánchez, que con esta nota calculo que tiene olfato de ensayista para descubrir talentos.
Para confirmar si Paulo está eligiendo bien su camino, le pregunto en qué mes nació. Casi lo adivino, pero no quiero asustarlo. Me dice que en diciembre y antes de saber la fecha precisa, reafirmo: Capricornio. ¿no? El asiente. Va por buena ruta.
Acabo hace un rato de platicar en el mismo lugar con Fernando Nieto Cadena, que está feliz porque sus poemas fueron incluidos en la Antología de la poesía ecuatoriana, editada recientemente por La Cabra.
Se ríe de que esta antología tampoco escapó a la tentación de incluir su poema "bestseller":

entienda bien
comprenda burro
asimile la lección que sus mayores le dejaron
si se quiere escribir no se requiere otro patín
otro arranque
que ser consecuente con la vida nada menos

Fernando ha sido un poeta consecuente con su vida. Es precisamente este apego a sí mismo lo que lo ha llevado a aguantar y sufrir y, sospecho que también, a gozar con la conjura de necios de la que ha sido víctima, aunque él parezca no serlo ni darse cuenta.
Su proclamado antipellicerianismo en estas tierras bajas lo sitúa en el grito que otro exiliado como él, Witold Gombrowicz, lanzaba en la calle cada que se encontraba con el autor de El aleph: "Ey, Borges, acá Gombrowicz".
Nieto Cadena ha aguantado vara, como se dice, y no ha variado un ápice su postura. Gracias a esta intransigencia marcó en los ochenta el camino hacia una poesía no pelliceriana en la entidad.
¿Por qué sigues aquí, Fernando?, pregunto al hombre de las mil batallas, que sobrevive a cada inundación y desastre.
Porque me gusta Tabasco. Si no me gustara ya me habría ido. No soy masoquista.
Y los poetas de Tabasco, ¿qué?
Lo pregunto sin mala leche, como quien trata de entender algo que se escapa.
Me gusta la poesía de José Carlos Becerra, cuando puedo, hablo de ella.. Me gusta cómo escribe Sergio Avalos y ...
(Yo, que aconsejé al joven Paulo que hay que tener buena memoria, acabo de olvidar el tercer nombre mencionado por Fernando.)
Con Nieto Cadena no me extrañan los olvidos. Algunos años coincidíamos de madrugada en la cantina El submarino, él bebía wisqui, yo cerveza. En algún momento la conversación giraba hacia una historia rocambolesca que Nieto contaba del mejor modo que el trago lo permitía, azuzado por mí que no me cansaba de oírlo y de pedirle que la contara de nuevo.
¿Tenía que ver con algún músico popular que él había conocido? En mi pastiza memoria sólo quedan oscuros callejones de Quito, ¿o eran de Guayaquil?
Ahora que lo veo le pregunto de aquella historia pero él tampoco logra saber a cuál de todas las suyas aludo.
Porque Fernando Nieto es hombre de muchas aventuras, como antaño era la vida de los poetas clásicos españoles o portugueses.
Entre los estantes de la Librería Universitaria de la UJAT contemplamos los otros libros y él evoca su amistad con Mario Santiago Papasquiaro, cuando entraban juntos a las librerías y mientras él compraba unos títulos, Papasquiaro se metía otro tanto en la gabardina.
¿Y te compartía algo del botín?, preguntó ingenuo
Claro que sí, como buen ladrón y poeta.
Señalo el libro de artista que hizo María Nava con los versos de Pellicer.
El libro está hecho para atraparte, dice Fernando, a pesar de que no le gusta Pellicer.
Estos no podría llevárselos ni Santiago Papasquiaro, comento con relación al tamaño.
¿Cuál era la historia, Fernando, que yo no la recuerdo?, pregunto para mí insistentemente mientras a mi lado sigue Estrada, joven, estudiante de derecho, villahermosino, que vive por el Periférico y que quiere ser poeta, novelista, dibujante y ensayista.

Una versión editada de este texto fue publicada este domingo 4 de septiembre de 2011, en la sección cultural expresión! del diario Tabasco HOY. Las fotos son cortesía de la artista Lucy Ovilla.