Su sobresaliente estatura, lo hace parecer un muchacho de básquetbol. Es el veterano periodista Ignacio Trejo, que ha entrevistado a casi todos los personajes literarios de la segunda mitad del siglo XX mexicano. Sin fanfarronear, calcula que si juntara todas las entrevistas publicadas, “desde que entró al periodismo con el pie derecho, llenaría unos ocho volúmenes".
Nació en Pachuca, Hidalgo, pero tuvo que emigrar a la Ciudad de México en los años de estudiante porque no existía en su pueblo la carrera de ciencias de la comunicación.
En las aulas la fortuna le puso como maestros a escritores y periodistas compulsivos como Gustavo Sáinz, Alberto Dalhal y Miguel Angel Granados Chapa. Desde esa época no ha parado también de escribir semanalmente para algún diario. “Aun cuando estoy en el extranjero”, acota con orgullo.
Reconoce, no obstante, que su mejor escuela para redactar fue la 'Semana de Bellas Artes', un suplemento con tiraje de 300 mil ejemplares que se encartaba en los periódicos en la década del setenta.
“Lo dirigía Gustavo Sáinz, que nos dejó hacer muchas cosas, muchos atrevimientos de jóvenes. Bajo su vigilancia, yo y otros, como Emiliano Pérez Cruz y Arturo Trejo Villafuerte, aprendimos mucho de periodismo y literatura”, revive el autor de una docena de libros, entre los que se encuentran novelas, cuentos, ensayos, crónicas y entrevistas.
Para el autor de las fabulosas 'Crónicas romanas', un libro que ha sido reeditado muchas veces y que retrata la vida de la antigua colonia porfirista Roma en los desastrosos años ochenta, no hay frontera entre literatura y periodismo.
“Yo no veo la diferencia, para mí son lo mismo, sólo que, para decir un símil que puede sonar tonto, la literatura de ficción tiene más tiempo para peinarse, para arreglarse, y el periodismo diario no, tiene que salir como está”.
Las autoentrevistas
Su libro más reciente, 'Autoentrevistas con escritores mexicanos' (Conaculta, 2007), a la limón con Iztel Córdero, cede las preguntas que por años él hizo a poetas y narradores en El Nacional, Unomásuno y Siempre, para que sean ellos los que ahora se cuestionen.
“Por fortuna aceptaron 15 escritores, que respondieron al llamado nuestro, creo que salió un ejercicio divertido sobre todo porque la autoentrevista es un género poco frecuentado en México”.
En esta primera entrega, que no hubiera sido posible si Trejo no contara con la amistad de los poetas y narradores, participan Rubén Bonifaz Nuño, José de la Colina, Ignacio Solares, Fernando del Paso, José Agustín y Emmanuel Carballo.
“Muchos de los que aceptaron autoentrevistarse, tardaron en entregar por razones de enfermedad, trabajo y viajes, entonces decidimos armar un segundo volumen con los que no entraron; de los que recuerdo, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Guillermo Fernández y Francisco Hernández, se comprometieron a entrarle a la segunda ronda”.
El también maestro en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM revela una anécdota macabra en torno a las 'Autoentrevistas':
El primero en ser invitado fue Carlos Fuentes, a quien le pareció “muy buena la idea”, pero el reconocido novelista tuvo un problema de salud y “ya no consideramos oportuno molestarlo”.
Lo mismo pasó con otros escritores que por razones de fuerza mayor ya no entraron: Salvador Elizando estaba trabajando en su texto y murió; el poeta Francisco Cervantes, lo mismo; el novelista Severino Salazar también se murió.
Entre los logros que su memoria atesora está el de haber entrevistado a José Emilio Pacheco, claro, cuando éste no daba entrevistas, y haber publicado una extensísima con Fernando del Paso, “cuando vivía en Inglaterra y en México no se conocía su novela Palinuro de México: salió muy completa porque era informativa, analítica y anecdótica”.
Es inevitable preguntar al cazador de personajes si no se ha visto tentado a realizarse una autoentrevista.
“Ya me la hice para un programa de TV UNAM, me dijeron ¿por qué no te haces una autoentrevista en dos minutos?, yo les dije: ¡me la hago en un minuto! Salí a cuadro y dije: ¿por qué me dediqué al periodismo y la literatura? Porque no sabía cómo hacerle para ser padrote”.
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