viernes, 27 de agosto de 2010

El instante luminoso de Juan Guzmán


Registrar "el instante luminoso" en que el pintor enfrenta la monstruosa nada de la pared vacía, es un privilegio de pocos.Hans Gutmann Guster tuvo esa gracia como fotógrafo.

Su cámara logró penetrar en los espacios donde el creador alumbraba su obra y se fundía en una sola criatura inmortal, para así documentar la epopeya realizada por la plástica mexicana en la segunda mitad del siglo XX.

Sus imágenes captan a un Diego Rivera suspendido en los andamios de la fachada del Teatro de los Insurgentes; a José Clemente Orozco alzando sus pinceles como señal de victoria en el cielo de la Escuela Nacional de Maestros; la sombra de David Alfaro Siqueiros en los rostros azorados y todavía sin acabar del mural de la ex Aduana de Santo Domingo.

La llave que abrió a Gutmann esas puertas íntimas se la dio su amistad con el matrimonio formado por Diego Rivera y Frida Kalho.

De hecho, una de las fotografías más emotivas de la pareja, publicada en la revista Life inmediatamente después de haber sido tomada en una cama del hospital inglés -el beso entre el Niño-sapo y la mujer su-Frida-, es de su autoría.

Hans era corresponsal en México de las revistas Life y Time, tras haber combatido del lado republicano en la Guerra Civil de España.

Otra imagen impactante es la que capta a Kalho en la misma cama del hospital inglés, acometiendo con pincel y espejo en mano, una obra móvil para su corsé, en cuyo pecho quedan estampados la hoz y el martillo.

"Juan Guzmán (nombre con que el alemán obtuvo la nacionalidad mexicana) llegó al país en 1939 y vivió la cultura mexicana con mucha intensidad, conoció a todos los artistas importantes de ese momento, se nacionalizó mexicano y nunca más volvió a su país", cuenta Cecilia Gutiérrez Arriola, quien junto con Marisela González Cruz, rescató parte de ese archivo fotográfico en el libro El instante luminoso (Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2009).

"Uno de los temas favoritos de Guzmán fue retratar a los artistas en el momento en que están haciendo su obra. Pero también hay series muy interesantes, la más destacada es sobre las figuras en torno a Diego Rivera y Frida Kalho".

El catálogo contiene además dos cartas de Rivera dirigidas a coleccionistas particulares solicitándoles que dieran todas las facilidades al fotógrafo para retratar sus obras.

El muralista lo presenta como "mi estimado amigo fotógrafo", revelando el afecto que había entre ambos, fruto de los años en que el maestro de la lente estuvo siguiendo a la pareja para captar sus impresiones.

Hay otros artistas plásticos que fueron enfocados también por la cámara de Guzmán: el doctor Atl pintando sentado sobre las cenizas del Popocatépetl; Gerardo Murillo y Rufino Tamayo con pipa en mano; Francisco Zúñiga perdido entre su escultura monumental La riqueza del mar; Juan Olaguíbel posando junto a un busto en proceso; Mathías Goeritz al pie de su Cristo de grandes dimensiones; Ernesto "El chango Cabral" punteando una caricatura del gran cómico Cantinflas; Jean Charlot realizando unas litografías en su oscuro estudio; Leopoldo Méndez tallando un grabado en linóleo; Miguel Covarrubias detallando el mural El turismo en México para el desaparecido Hotel del Prado; Juan O' Gorman en su casa estudio de San Angel, frente al caballete.

La curadora explica que el nacido en Colonia, Alemania, "murió sin vender su obra fotográfica, la heredera de la colección, la señora Teresa Miranda, mostró al instituto de la UNAM el archivo fotográfico que podría interesarle. Con todo y que no se suele comprar fotografía, la institución se decidió a obtener el pequeño lote relacionado con los artistas mexicanos"

El resto de la colección, abundante en fotorreportajes y la vida cotidiana en la Ciudad de México a mediados del siglo XX, fue adquirido por la Fundación Cultural Televisa para que permanezca en México.


Foto: Diego Rivera con unos ayudantes trabajando en el mural "El agua, origen de la vida", en el Cárcamo de Lerma. (Cortesía del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.)


domingo, 15 de agosto de 2010

La foto irrepetible: Pedro Meyer


Con más de 300 mil negativos tomados a lo largo de su carrera como fotógrafo y un centenar de exposiciones individuales, el mexicano Pedro Meyer considera la fotografía como la existencia misma: irrepetible, única.

A propósito de la publicación de Herejías (Lunwerg Editores, Fundación Pedro Meyer y Conaculta, 2008), un libro bellamente editado que incluye parte de la curaduría que ha sido expuesta durante más de dos años en distintos museos del mundo, el artista de la lente accede a hablar -vía telefónica- de su oficio, el cual ejerce desde hace más de medio siglo.


Vida e imagen


"La vida es un proceso en constante evolución. Todos los temas, aunque pueden repetirse de alguna forma genérica, no lo son de forma particular. Cada situación, cada momento de la vida, es distinto.

"Y al mismo tiempo, todo se renueva, todo se ve distinto, todo ocurre distinto.

“Recuerdo el nacimiento de mi primer hijo --que tiene ahora 46 años-- y el del más chiquito --que tiene ahora 14 años--, las experiencias fueron distintas, no sólo por el hecho de que ellos son distintos, sino porque en medicina se operaron cosas distintas. Todo cambia. Yo creo que eso es lo sorprendente, lo grato de la vida misma. Cuando estás fotografiando igual, nada se repite”.


Libertad creadora


“Una de las cosas maravillosas de la era digital es la toma de conciencia de que todas las imágenes son modificadas. O sea, ese supuesto de que unas imágenes son modificadas y otras no, es una tesis que ya se ha demostrado superada.

“¿Qué quiero decir con esto? Que unas están modificadas antes del disparo y otras posterior al disparo, lo que van cambiando son los grados de modificación, los grados de alteración y lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer porque la tecnología no te lo permite.

“Si lo ves al final y lo comparas con otro género que es la literatura, te estás dando cuenta que esa libertad que tienen los escritores, no nos era tan accesibles a los fotógrafos, y hoy en día sí. Yo puedo decir lo que quiera y lo puedo representar, y eso se me hace lo más maravilloso".


El abuso perjudica


“Toda herramienta (digital) permite el abuso, con ella puedes hacer cosas maravillosas o estupideces; es lo mismo que un auto, te puedes transportar a donde necesites, pero igual te puedes estrellar contra un árbol por borracho, la herramienta en sí no es la culpable del resultado”.


Tabasco

(En “Herejías” hay tres fotografías tomadas entre 1987 y 2005, en el estado sureño de Tabasco: “Buscando petróleo”, “El limpia pantanos” y “El rastro”.)


“He ido muchas veces. Lo que me sorprende de Tabasco, que es lo que me sorprende de todo nuestro país, es la riqueza visual que tenemos, su diversidad, las posibilidades que uno encuentra para temas. Lo que cambia son las especificidades de un estado a otro”.


La suerte


“Como seres humanos, todos tenemos suerte, lo que pasa que algunos no se dieron cuenta que la tuvieron y no se aprovecharon de ella. Yo sí creo en ella, como fotógrafo y como ser humano. Pero no todos alcanzan la voluntad de transformar esa suerte en algo a su favor”.


Un consejo

“El ponerse a dar consejos es un atrevimiento muy grande y ¿quién soy yo para darle consejos a todo el mundo?

“Mira, lo que sí hay que desarrollar es una formación, una cultura. Yo les sugiero a los fotógrafos que lean mucho, que tengan conocimiento de mucha literatura, de mucha poesía; los fotógrafos son ajenos a todo esto y creo que es un error”


Foto: Autorretrato de Pedro Meyer, tomado de su página de facebook.


Un extracto de este texto apareció publicado en el diario Tabasco HOY, el 15 abril de 2009.