domingo, 16 de enero de 2011

Augusto Escobedo, el escultor en Villahermosa






Las obras que realizó el escultor Augusto Escobedo (1914-1995) en la ciudad de Villahermosa y Cárdenas, en el estado sureño de Tabasco, corresponden al periodo en que éste más se dedicó al arte público, según la crítica de arte Raquel Tibol.
La iniciación autodidacta de Escobedo alcanzó su apogeo en 1956, con una actividad fulgurante que comprendió la elaboración de próceres nacionales.
No obstante, este apogeo no constituirá la cúspide de su carrera como escultor, pues a principios de los años setenta se revientó a sí mismo a través de piezas abstractas y sensuales, en ónix y mármol.
Ciudades mexicanas como Gómez Palacio y Lerdo, en Durango; o urbes extranjeras como Kansas City, cuentan con piezas hechas por su mano, en bronce o piedra .
“Fue un hombre que siempre estuvo muy activo, pero después se refugió en Cuernavaca y ya no tuvo mucha presencia, cuando menos en las galerías, aunque siguió trabajando de manera intensa e interesante”, puntualiza la especialista en arte y autora de monografías dedicadas a Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siquieros, entre otras.
En la capital tabasqueña y en el municipio de Cárdenas, perteneciente al mismo estado, Escobedo levantó seis esculturas que corresponden a la primera época en que se dedicó casi por completo a las obras cívicas.
La mayoría de éstas bien puede entrar en lo que Germán Rubiano Caballero apunta en su libro La escultura en América Latina sobre los trabajos de algunos discípulos del escultor Francisco Zúñiga, entre los cuales incluye a Escobedo: "Esculturas ajenas a la historia y la política, aunque dentro de las reglas del nacionalismo".

La Fuente de los Niños Traviesos; El atleta; El zapateado; la Fuente de los Pescadores y El caballito de Gregorio Méndez, fueron inauguradas durante el periodo del gobernador Carlos A. Madrazo Becerra (1959-1964), que impulsó mucho el trabajo de Escobedo en la capital tabaqueña. También realizó la escultura de don José Eduardo de Cárdenas, en la intersección de esa ciudad con Comalcalco y la capital tabaqueña.
De los cinco cuerpos escultóricos, sólo dos no conservan su ubicación original: La Fuente de Los pescadores, que estaba primero en avenida Ruiz Cortines y José Pagés Llergo, antes de ser trasladada a la llamada Plaza de la Revolución, en Tabasco 2000; y la estatua ecuestre de El Caballito, dedicada al héroe decimonónico que luchó contra los franceses, el coronel Gregorio Méndez, la cual fue colocada en un principio en el cruce de las avenidas Paseo Tabasco y 27 de Febrero, antes de dominar la intersección de Gregorio Méndez y 27 de Febrero.
“Las razones de su mudanza obedecieron a que entropecían la vialidad”, recuerda el arquitecto Víctor Manuel de Dios Olán, autor de una investigación inédita sobre el espacio arquitectónico de la ciudad.
De Dios Olán también rememora que, en los años ochenta, el escultor Escobedo visitó de nuevo Villahermosa, y él aprovechó para preguntarle sobre "algunas inexactitudes" que había hecho en la representación del héroe tabaqueño, a lo que Escobedo se limitó a decirle "que siguió las instrucciones del entonces gobernador Carlos A. Madrazo Becerra".
El tema vernáculo de sus esculturas se constata en la Fuente de Los pescadores, que recrea el esfuerzo de cuatro hombres al sacar sus redes del agua, de donde brincan generosos peces vela, ilustrando no sólo la lucha por la vida sino también el trabajo del hombre en equipo (algunos críticos locales se quejan de que sus animales no correspondan a la fauna de la región, pero si se trata de una obra de arte, ¿se le puede pedir exactitud?).
En la fuente de Los niños traviesos, el tema es la infancia y la armonía con la naturaleza, el goce que representa para once niños el disfrute con el agua y las criaturas voladoras. Una imagen muy habitual en sus respresentaciones escultóricas por esa época (en 1960, donó al Frisco Youth Center, en Texas, la escultura Las hermanas, donde dos niñas juegan traviesas con el agua).
Más vernácula es la pareja de bailadores ataviados con sus típicas ropas en el conjunto escultórico El zapateado.

La sensualidad de los cuerpo en su esfuerzo para obtener el alimento del mar o, sencillamente, para conseguir la victoria se trasluce en El atleta y la fuente de Los pescadores.
Al respecto, Raquel Tibol confirma: “Tenía mucha sensualidad en el tratamiento de las formas e inventó una manera escultórica que en otros lados se hace pero que en México él era de los pocos en trabajarla, que consistía en elaborar esculturas que no bastaba con ver por fuera, había que meter la mano, eran por decirlo así esculturas penetrables, palpándolas se descubrían las formas, pero era preciso irlas tocando”.
Las partes de las manos, pies y sentaderas de los infantes en la Fuente de Los niños traviesos quedan escondidas entre el agua, como si invitaran también a meter la mano en el líquido.
“Es un escultor que hace mucho tiempo no se le ha vuelto a mencionar, que merecería una revisión de su trabajo porque es muy creativo, no sólo en la figuración con personajes populares, sino de abstracción lírica, de carácter muy sensual y hasta yo diría sexualizada”, concluye.
Si es verdad que hay obras que llegan a formar parte del paisaje, integrándose a él de modo que no haya diferencia, como propone el escultor Sebastián, sin duda que la Fuente de Los niños traviesos es la que más se acerca a esa historia colectiva e imaginaria de los villahermosinos.

Las fotos de las esculturas de Augusto Escobedo fueron tomadas por Angel Mario de la Cruz de la Cruz, a quien agradezco el detallazo de facilitarlas para dar sentido a este post.