lunes, 20 de diciembre de 2010

Fotografías sin etiquetas: Alonso Castillo




Con 16 años de experiencia en foto documental, José Alonso Castillo Rivera advierte contra la visión que hace tabla rasa de la fotografía mexicana y el discurso realista.

“A la foto se le ha pedido ser muy mexicana, que mantenga ese realismo que se planteó como base”.

El editor de la revista electrónica y agencia fotográfica f asegura que este estereotipo ha borrado los otros géneros de la fotografía mexicana al menos en el extranjero.

“Si uno hace una foto que no corresponde con esos estándares de realismo mágico, no le creen a uno lo de fotógrafo mexicano”.

El riesgo, evalúa el fotodocumentalista, es que la imagen prefijada acabe volviéndose un cliché, “que nosotros mismos como sociedad alimentamos, por eso hay que buscar nuevas formas y temas”.

La carrera fotográfica de este sonorense comenzó persiguiendo decenas de grafitis de su ciudad natal, en Hermosillo.

"Sin tener mucha orientación del trabajo documental, pero sí con la intención de construir un registro y una estética”.

Precisamente, el ojo de su Cannon se siente a gusto enfocando expresiones de vida cotidiana, que buscan establecer las conexiones entre ciertos hechos.

Los grafitis le interesaron justamente por ser “una manifestación popular muy auténtica, desde adentro de la gente”.

Las conexiones que establece el azar suelen ser muy sorprendentes. En uno de los grafitis captados se leía con letras enormes: “¡Viva Carlos Salinas de Gortari!”, y abajo, en palabras más pequeñas pero reveladoras: “se vende esta propiedad” con el signo de pesos.

“Eso me parecían cosas muy auténticas que descodificaban la realidad”.

Su ars gráfica parte de “una idea o concepto para ser desarrollado a través de imágenes”, contrario a lo que considera como fotografía artística, la cual “muchas veces parece que carece de conceptos”.

El parámetro se convierte en una simple forma de ordenar y acometer un trabajo: comunidades down, niños de la calle, prostitución, migración en la frontera norte y sur.

“En mi caso, me llama mucho la atención la vida cotidiana, es un parámetro bastante general, lo admito, pero me interesa porque tiene que ver con prácticas culturales, sociales, el mismo registro de la actividad en su expresión más fina, la popular, la de la gente sin etiquetas, las personas de todos los días”.

Su primera exposición estuvo marcada por esta ruta: se llamó '500 años de resistencia cultural indígena', y le tocó fotografiar las caravanas de comunidades étnicas que, desde el norte de Alaska hasta el sur de la Patagonia, se reunieron en Teotihuacan.

“Comprendí mi interés en las relaciones sociales que se establecen entre grupos e individuos, reflejo de sus condiciones socioeconómicas, culturales y políticas. Todo lo que está en la realidad y hay que ir descodificando en una imagen”.

Contrario a lo que otros fotodocumentalistas piensan, este profesional ve el periodismo gráfico como una oportunidad más para construir nuevos lenguajes visuales y analizar con ojo crítico la realidad.

“Es una ventaja ser fotoperiodista, te da una evidencia más personal, un contacto directo con las personas, te vuelve más sensible a los problemas sociales y, en el aspecto profesional, te da la oportunidad de formar la memoria histórica”.

Sus imágenes han sido publicas en diarios tan importantes como El imparcial, de Sonora, y La Jornada, de Ciudad de México; The Washington Post y Arizona Daily Star, en el país vecino.

Y aunque ha usado tanto la cámara analógica como la digital, actualmente trabaja en negativo, ”para recuperar la parte mágica de la foto, pero también para comprobarme como fotógrafo, que lo digital, aunque es una herramienta, crea vicios: te quita la parte reflexiva, consciente, del trabajo que estás haciendo, en cambio, lo análogico te obliga a que la foto sea impecable, siempre cuidas los detalles como el cubo de Rubick”.

Sobre la tendencia a experimentar en fotografía, opina que se trata de latitudes. “En el Distrito Federal predomina desde hace mucho tiempo la tendencia al periodismo gráfico, que permitió la reflexión para llegar a una filosofía de la imagen, en cambio la experimentación es más importante en Tijuana, lo que está haciendo Ivonne Venegas, por ejemplo, es interesante, pues reinterpreta la fotografía social”.

De cualquier manera, el fotodocumentalista sabe que “todo es fotografiable, pues donde quiera hay historias en contextos diferentes como el laboral, la cotidianidad o la migración".



Foto 1 y 2: De la serie "Imágenes del fenómeno migratorio". Alonso Castillo.

Foto 3: De la serie "Celebración de la Cuaresma Yaqui". Alonso Castillo.


El trabajo gráfico de Alonso Castillo puede verse en facebook en: número f periodismo gráfico. Una muestra de su trabajo aparece en la Red Social de Fotoperiodistas Iberoamericanos Nuestra Mirada.

martes, 14 de diciembre de 2010

El cine y José Emilio Pacheco


El paso de José Emilio Pacheco por el cine ha sido breve, pero coincide con el resurgimiento del séptimo arte afines de los sesenta.

“A Pacheco le toca el momento justo en que la propia industria mexicana pide a gritos un nuevo estilo de hacer películas, una nueva manera de pensarlas”, dice en entrevista José Antonio Valdés, investigador de Cineteca Nacional.

El crítico cinematográfico recuerda que la entrada del autor de El reposo del fuego a la industria se dio formalmente a través de los noticieros de cine de la época. Pacheco ya contaba con una sólida formación cinematográfica, adquirida en los programas dobles de Cinelandia, un viejo cine ubicado en la calle de San Juan de Letrán al que acudía desde niño.

“Es don Manuel Barbachano Ponce quien le da el encargo de hacer la redacción editorial de Cine Verdad, una serie de noticieros para el cine, fue de esta manera que Pacheco se queda como redactor y entra de lleno a la industria”, explica el especialista.

Resultado de esta colaboración, Pacheco traba amistad con el grupo que surge a raíz del Primer Concurso Experimental de Cine, cuyos representantes más sobresalientes fueron los directores Alberto Isaac y Arturo Ripstein, con quienes el narrador colaboraría en la escritura de guiones, adaptaciones cinematográficas e inspiración de cintas.

“En el Primer Concurso Experimental (1965) se presentaron dos adaptaciones basadas en sus cuentos: Viento distante, de Manuel Michel, y En el parque hondo, de Salomón Láiter”, precisa el especialista cinematográfico.

La otra inspiración de José Emilio para la pantalla grande será su reconocida novela Las batallas en el desierto, con el nombre de Mariana, Mariana(1987), adaptación hecha por otro reconocido escritor y periodista, don Vicente Leñero, y filmada por su amigo Alberto Isaac, aunque originalmente la iba a dirigir José "El burro" Estrada.

"Los derechos de la novela los compró el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) a través de Alberto Isaac, y se decidió que la haría Pepe Estrada, pero lamentablemente El burro murió unos días antes de que se empezara a filmar la película y Alberto tuvo que hacerse cargo de la cinta".

En cuanto a guiones, Valdés puntualiza que el primero hecho por José Emilio se dio de la mano de Arturo Ripstein, con “El castillo de la pureza” (1972)

“José Emilio empieza hacer los guiones de algunas de las primeras películas importantes de Arturo Ripstein, como El castillo de la pureza, El Santo oficio y Fox trot; además de colaborar de alguna forma en el guión de El lugar sin límites, que lo había empezado hacer otro reconocido escritor, Manuel Puig, basada en una novela de José Donoso, pero que Pacheco es el encargado de mexicanizar”, apunta el especialista.

Un dato curioso es que al final de El lugar sin límites, la película aparece dedicada a José Emilio y Cristina Pacheco.

“Otra cinta donde se agradece su colaboración es en Cadena perpetua (1979), también de Ripstein, y en un documental sobre Lecumberri, donde comparte créditos con el propio director y el crítico Tomás Pérez Turrent”, señala.

“Realmente es muy poco el tiempo de José Emilio en el cine, pero deja películas muy padres como El castillo de la pureza, una cinta terrible sobre la locura, el encierro y la familia; tanto esta película como El santo oficio, se basan en casos reales, y dejan ver a un guionista cuidadoso de las historias, que ensaya muchos de sus propios temas como la muerte, la futilidad del esfuerzo humano y la desesperanza”.

Valdés intuye que el alejamiento de Pacheco con el cine se debió a que una adaptación suya no prosperó.

“No se puedo hacer una adaptación que él hizo de El obsceno pájaro de la noche, una novela de José Donoso que iba a filmar Archibaldo Bourns, en 1973, como que de alguna manera Pacheco se desentiende de la labor de cine".


Fotograma de Mariana, Mariana (1987), cinta de Alberto Isaac basada en la novela Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco.