lunes, 20 de diciembre de 2010

Fotografías sin etiquetas: Alonso Castillo




Con 16 años de experiencia en foto documental, José Alonso Castillo Rivera advierte contra la visión que hace tabla rasa de la fotografía mexicana y el discurso realista.

“A la foto se le ha pedido ser muy mexicana, que mantenga ese realismo que se planteó como base”.

El editor de la revista electrónica y agencia fotográfica f asegura que este estereotipo ha borrado los otros géneros de la fotografía mexicana al menos en el extranjero.

“Si uno hace una foto que no corresponde con esos estándares de realismo mágico, no le creen a uno lo de fotógrafo mexicano”.

El riesgo, evalúa el fotodocumentalista, es que la imagen prefijada acabe volviéndose un cliché, “que nosotros mismos como sociedad alimentamos, por eso hay que buscar nuevas formas y temas”.

La carrera fotográfica de este sonorense comenzó persiguiendo decenas de grafitis de su ciudad natal, en Hermosillo.

"Sin tener mucha orientación del trabajo documental, pero sí con la intención de construir un registro y una estética”.

Precisamente, el ojo de su Cannon se siente a gusto enfocando expresiones de vida cotidiana, que buscan establecer las conexiones entre ciertos hechos.

Los grafitis le interesaron justamente por ser “una manifestación popular muy auténtica, desde adentro de la gente”.

Las conexiones que establece el azar suelen ser muy sorprendentes. En uno de los grafitis captados se leía con letras enormes: “¡Viva Carlos Salinas de Gortari!”, y abajo, en palabras más pequeñas pero reveladoras: “se vende esta propiedad” con el signo de pesos.

“Eso me parecían cosas muy auténticas que descodificaban la realidad”.

Su ars gráfica parte de “una idea o concepto para ser desarrollado a través de imágenes”, contrario a lo que considera como fotografía artística, la cual “muchas veces parece que carece de conceptos”.

El parámetro se convierte en una simple forma de ordenar y acometer un trabajo: comunidades down, niños de la calle, prostitución, migración en la frontera norte y sur.

“En mi caso, me llama mucho la atención la vida cotidiana, es un parámetro bastante general, lo admito, pero me interesa porque tiene que ver con prácticas culturales, sociales, el mismo registro de la actividad en su expresión más fina, la popular, la de la gente sin etiquetas, las personas de todos los días”.

Su primera exposición estuvo marcada por esta ruta: se llamó '500 años de resistencia cultural indígena', y le tocó fotografiar las caravanas de comunidades étnicas que, desde el norte de Alaska hasta el sur de la Patagonia, se reunieron en Teotihuacan.

“Comprendí mi interés en las relaciones sociales que se establecen entre grupos e individuos, reflejo de sus condiciones socioeconómicas, culturales y políticas. Todo lo que está en la realidad y hay que ir descodificando en una imagen”.

Contrario a lo que otros fotodocumentalistas piensan, este profesional ve el periodismo gráfico como una oportunidad más para construir nuevos lenguajes visuales y analizar con ojo crítico la realidad.

“Es una ventaja ser fotoperiodista, te da una evidencia más personal, un contacto directo con las personas, te vuelve más sensible a los problemas sociales y, en el aspecto profesional, te da la oportunidad de formar la memoria histórica”.

Sus imágenes han sido publicas en diarios tan importantes como El imparcial, de Sonora, y La Jornada, de Ciudad de México; The Washington Post y Arizona Daily Star, en el país vecino.

Y aunque ha usado tanto la cámara analógica como la digital, actualmente trabaja en negativo, ”para recuperar la parte mágica de la foto, pero también para comprobarme como fotógrafo, que lo digital, aunque es una herramienta, crea vicios: te quita la parte reflexiva, consciente, del trabajo que estás haciendo, en cambio, lo análogico te obliga a que la foto sea impecable, siempre cuidas los detalles como el cubo de Rubick”.

Sobre la tendencia a experimentar en fotografía, opina que se trata de latitudes. “En el Distrito Federal predomina desde hace mucho tiempo la tendencia al periodismo gráfico, que permitió la reflexión para llegar a una filosofía de la imagen, en cambio la experimentación es más importante en Tijuana, lo que está haciendo Ivonne Venegas, por ejemplo, es interesante, pues reinterpreta la fotografía social”.

De cualquier manera, el fotodocumentalista sabe que “todo es fotografiable, pues donde quiera hay historias en contextos diferentes como el laboral, la cotidianidad o la migración".



Foto 1 y 2: De la serie "Imágenes del fenómeno migratorio". Alonso Castillo.

Foto 3: De la serie "Celebración de la Cuaresma Yaqui". Alonso Castillo.


El trabajo gráfico de Alonso Castillo puede verse en facebook en: número f periodismo gráfico. Una muestra de su trabajo aparece en la Red Social de Fotoperiodistas Iberoamericanos Nuestra Mirada.

martes, 14 de diciembre de 2010

El cine y José Emilio Pacheco


El paso de José Emilio Pacheco por el cine ha sido breve, pero coincide con el resurgimiento del séptimo arte afines de los sesenta.

“A Pacheco le toca el momento justo en que la propia industria mexicana pide a gritos un nuevo estilo de hacer películas, una nueva manera de pensarlas”, dice en entrevista José Antonio Valdés, investigador de Cineteca Nacional.

El crítico cinematográfico recuerda que la entrada del autor de El reposo del fuego a la industria se dio formalmente a través de los noticieros de cine de la época. Pacheco ya contaba con una sólida formación cinematográfica, adquirida en los programas dobles de Cinelandia, un viejo cine ubicado en la calle de San Juan de Letrán al que acudía desde niño.

“Es don Manuel Barbachano Ponce quien le da el encargo de hacer la redacción editorial de Cine Verdad, una serie de noticieros para el cine, fue de esta manera que Pacheco se queda como redactor y entra de lleno a la industria”, explica el especialista.

Resultado de esta colaboración, Pacheco traba amistad con el grupo que surge a raíz del Primer Concurso Experimental de Cine, cuyos representantes más sobresalientes fueron los directores Alberto Isaac y Arturo Ripstein, con quienes el narrador colaboraría en la escritura de guiones, adaptaciones cinematográficas e inspiración de cintas.

“En el Primer Concurso Experimental (1965) se presentaron dos adaptaciones basadas en sus cuentos: Viento distante, de Manuel Michel, y En el parque hondo, de Salomón Láiter”, precisa el especialista cinematográfico.

La otra inspiración de José Emilio para la pantalla grande será su reconocida novela Las batallas en el desierto, con el nombre de Mariana, Mariana(1987), adaptación hecha por otro reconocido escritor y periodista, don Vicente Leñero, y filmada por su amigo Alberto Isaac, aunque originalmente la iba a dirigir José "El burro" Estrada.

"Los derechos de la novela los compró el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) a través de Alberto Isaac, y se decidió que la haría Pepe Estrada, pero lamentablemente El burro murió unos días antes de que se empezara a filmar la película y Alberto tuvo que hacerse cargo de la cinta".

En cuanto a guiones, Valdés puntualiza que el primero hecho por José Emilio se dio de la mano de Arturo Ripstein, con “El castillo de la pureza” (1972)

“José Emilio empieza hacer los guiones de algunas de las primeras películas importantes de Arturo Ripstein, como El castillo de la pureza, El Santo oficio y Fox trot; además de colaborar de alguna forma en el guión de El lugar sin límites, que lo había empezado hacer otro reconocido escritor, Manuel Puig, basada en una novela de José Donoso, pero que Pacheco es el encargado de mexicanizar”, apunta el especialista.

Un dato curioso es que al final de El lugar sin límites, la película aparece dedicada a José Emilio y Cristina Pacheco.

“Otra cinta donde se agradece su colaboración es en Cadena perpetua (1979), también de Ripstein, y en un documental sobre Lecumberri, donde comparte créditos con el propio director y el crítico Tomás Pérez Turrent”, señala.

“Realmente es muy poco el tiempo de José Emilio en el cine, pero deja películas muy padres como El castillo de la pureza, una cinta terrible sobre la locura, el encierro y la familia; tanto esta película como El santo oficio, se basan en casos reales, y dejan ver a un guionista cuidadoso de las historias, que ensaya muchos de sus propios temas como la muerte, la futilidad del esfuerzo humano y la desesperanza”.

Valdés intuye que el alejamiento de Pacheco con el cine se debió a que una adaptación suya no prosperó.

“No se puedo hacer una adaptación que él hizo de El obsceno pájaro de la noche, una novela de José Donoso que iba a filmar Archibaldo Bourns, en 1973, como que de alguna manera Pacheco se desentiende de la labor de cine".


Fotograma de Mariana, Mariana (1987), cinta de Alberto Isaac basada en la novela Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Los desastres de la inundación: Rogelio Urrusti



Cuando el taller artístico de Rogelio "Urrusti" Chávez Maceda comenzó a inundarse por el desbordamiento veloz del río Grijalba --que atraviesa Villahermosa, capital de la provincia mexicana de Tabasco--, el pintor apenas si alcanzó a rescatar algunas herramientas de trabajo; los pinceles, sus pinturas en proceso y bastidores, se perdieron. "Nunca pensé que se trataba de una catástrofe de tal magnitud".
Sólo unos cuantos frascos de pintura fueron salvados de la tragedia a principios de noviembre de 2007, suficientes para transformar la amarga experiencia en 48 impactantes acuarelas. “La catástrofe sí la sentí, más que nada por la condición humana, porque pude ver cómo venían las familias desde el puente de Gaviotas, cómo las atravesaban de este lado y las lanchas resultaban insuficientes, eso me dio la oportunidad de observar y hacer una crónica gráfica que sentí en ese momento, para sacar todo lo que estaba viendo”, repasa el pintor, oriundo de Ciudad Mendoza, Veracruz (1962).
Las acuarelas están hecha a una sola tinta, en un color violeta que al diluirse un poco en agua se vuelve azul, tono que según el maestro del CEIBA, “consigue dar la misma nostalgia o tristeza del agua”.
Los trabajos en papel fabriano de 21 por 28 centímetros son un recuento minucioso de esos días de emergencia, una especie de ‘Los desastres’ de Goya, con un estilo marcadamente expresionista, donde los rostros colectivos reflejan la fragilidad humana.
Seres que se funden en una masa anónima y heróica que lucha contra el tiempo y la naturaleza, acarreando costales, huyendo de la creciente, vencida pero no quebrada, que hace un alto entre los escombros para pensar su tragedia.
No es la primera vez que Rogelio se cruza con una catástrofe que corta de tajo la normalidad: en Nicaragua le tocó vivir una revuelta social (país en que el amor lo obligó a casarse con la bendición del padre poeta, Ernesto Cardenal), y en Ciudad de México, sentir moverse el suelo bajo sus pies, en el gran terremoto de 1985.
“Aquí me dediqué a andar en los albergues, ayudando en las costaleras, trabajando en el centro, con los soldados, comiendo con ellos; en algún momento pensé en irme a Veracruz, de donde soy originario, pero no me fui, yo ya también soy tabasqueño y tenía que estar acá, apoyando”, cuenta el también autor del libro de poemas ‘El blues de la esquina’, publicado por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Entre la zozobra de esos días, el artista y cartonista político de diarios y revistas locales siempre encontraba un tiempo donde sacar los pinceles y con un poco del agua estancada, trazar escenas de la gran inundación.
Con el estilo arbitrario que lo caracteriza, de pulso libre centrado más en lo expresivo que en la perfecta figura, va de lo colectivo de la tragedia a lo individual, en cuyos ojos o bocas agrandadas se traduce el azoro y la incredulidad por lo ocurrido.
“En mis acuarelas no aparecen caras, sino expresiones corporales; no tienen detalles finos, sino que son pinceladas, se trata del resultado de la vivencia de un pintor durante esos días de la tragedia, la mayoría es de gente que va caminando, que está en el agua, madres sobre los techos o que son rescatadas en lanchas”, detalla el también apasionado de la armónica y el jazz.
Los desastres de la inundación fueron exhibidos por primera vez en Méndoza, Veracruz, y posteriormente en las galerías de Villahermosa, antes de que su autor vendiera casi completa la serie a algunos políticos locales señalados culpables por omisión del problema.
"Yo no pinto para una elite, retrato lo que está alrededor mío, lo que vivo, no invento nada, hice este trabajo cuando hallaba un espacio seco y un momento de descanso, la tinta incluso la diluía con el agua de la inundación, las acuarelas son el resultado de lo que, como tabasqueño veracruzano, me tocó vivir”, concluye.

martes, 16 de noviembre de 2010

Me dediqué al periodismo porque no sabía hacer de padrote: Ignacio Trejo


Su sobresaliente estatura, lo hace parecer un muchacho de básquetbol. Es el veterano periodista Ignacio Trejo, que ha entrevistado a casi todos los personajes literarios de la segunda mitad del siglo XX mexicano. Sin fanfarronear, calcula que si juntara todas las entrevistas publicadas, “desde que entró al periodismo con el pie derecho, llenaría unos ocho volúmenes".

Nació en Pachuca, Hidalgo, pero tuvo que emigrar a la Ciudad de México en los años de estudiante porque no existía en su pueblo la carrera de ciencias de la comunicación.

En las aulas la fortuna le puso como maestros a escritores y periodistas compulsivos como Gustavo Sáinz, Alberto Dalhal y Miguel Angel Granados Chapa. Desde esa época no ha parado también de escribir semanalmente para algún diario. “Aun cuando estoy en el extranjero”, acota con orgullo.

Reconoce, no obstante, que su mejor escuela para redactar fue la 'Semana de Bellas Artes', un suplemento con tiraje de 300 mil ejemplares que se encartaba en los periódicos en la década del setenta.

“Lo dirigía Gustavo Sáinz, que nos dejó hacer muchas cosas, muchos atrevimientos de jóvenes. Bajo su vigilancia, yo y otros, como Emiliano Pérez Cruz y Arturo Trejo Villafuerte, aprendimos mucho de periodismo y literatura”, revive el autor de una docena de libros, entre los que se encuentran novelas, cuentos, ensayos, crónicas y entrevistas.

Para el autor de las fabulosas 'Crónicas romanas', un libro que ha sido reeditado muchas veces y que retrata la vida de la antigua colonia porfirista Roma en los desastrosos años ochenta, no hay frontera entre literatura y periodismo.

“Yo no veo la diferencia, para mí son lo mismo, sólo que, para decir un símil que puede sonar tonto, la literatura de ficción tiene más tiempo para peinarse, para arreglarse, y el periodismo diario no, tiene que salir como está”.


Las autoentrevistas

Su libro más reciente, 'Autoentrevistas con escritores mexicanos' (Conaculta, 2007), a la limón con Iztel Córdero, cede las preguntas que por años él hizo a poetas y narradores en El Nacional, Unomásuno y Siempre, para que sean ellos los que ahora se cuestionen.

“Por fortuna aceptaron 15 escritores, que respondieron al llamado nuestro, creo que salió un ejercicio divertido sobre todo porque la autoentrevista es un género poco frecuentado en México”.

En esta primera entrega, que no hubiera sido posible si Trejo no contara con la amistad de los poetas y narradores, participan Rubén Bonifaz Nuño, José de la Colina, Ignacio Solares, Fernando del Paso, José Agustín y Emmanuel Carballo.

“Muchos de los que aceptaron autoentrevistarse, tardaron en entregar por razones de enfermedad, trabajo y viajes, entonces decidimos armar un segundo volumen con los que no entraron; de los que recuerdo, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Guillermo Fernández y Francisco Hernández, se comprometieron a entrarle a la segunda ronda”.

El también maestro en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM revela una anécdota macabra en torno a las 'Autoentrevistas':

El primero en ser invitado fue Carlos Fuentes, a quien le pareció “muy buena la idea”, pero el reconocido novelista tuvo un problema de salud y “ya no consideramos oportuno molestarlo”.

Lo mismo pasó con otros escritores que por razones de fuerza mayor ya no entraron: Salvador Elizando estaba trabajando en su texto y murió; el poeta Francisco Cervantes, lo mismo; el novelista Severino Salazar también se murió.

Entre los logros que su memoria atesora está el de haber entrevistado a José Emilio Pacheco, claro, cuando éste no daba entrevistas, y haber publicado una extensísima con Fernando del Paso, “cuando vivía en Inglaterra y en México no se conocía su novela Palinuro de México: salió muy completa porque era informativa, analítica y anecdótica”.

Es inevitable preguntar al cazador de personajes si no se ha visto tentado a realizarse una autoentrevista.

“Ya me la hice para un programa de TV UNAM, me dijeron ¿por qué no te haces una autoentrevista en dos minutos?, yo les dije: ¡me la hago en un minuto! Salí a cuadro y dije: ¿por qué me dediqué al periodismo y la literatura? Porque no sabía cómo hacerle para ser padrote”.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Morralla


Poesía


Llamar a las rosas

por su nombre


A tenderse

a las consecuencias


Ir hasta el fondo

de las mozas


Perderse de vista

con pasos de ciego


Pues, sí, ¡ah!


Depiezacabeza


-La estimo mucho

-...

-Lastimo mucho

-...

-Las timo mucho

-...


El pozo


Ojo maligno

o garganta infernal

el pozo ancestral



Viento


Pájaro inquieto

saltando en cada rama

paso del viento


Rocambolesca

Y si no hubiera puentes, ¿existirían abismos?


(Pintura acrílica de Bettina Alcántara, Bestiario, 2009. Tomado del blog arte correo.)



lunes, 1 de noviembre de 2010

Las tres calaveras


Las protestas lo enterraron

en infrahumanas mazmorras

los rojillos como zorras

a Lui Xiabó amenazaron


Los noruegos no cesaron

en pedir su liberación

por eso le otorgaron

el Nobel y un medallón


No pudo ir a Estocolmo

No se sabe dónde murió

Todos dicen ser, ¡el colmo!,

como el chino Xiabó.



Lui Xiabo (1955-). Ganador del premio Nobel de la Paz 2010. Por su activismo a favor de los derechos humanos está recluido ilegalmente en una cárcel china. Es difícil que acuda a la ceremonia de entrega de los galardones en Oslo.




Quiso morir a balazos

por causa de una querida

la flaca tendió sus lazos

neumonía fue la herida


Tenía fama de galante

por sus versos primorosos

de ahora en adelante

son Palabras en reposo


En el Fondo ya lo lloran

no hay quien llene el páramo

enfrentó al Pedro Páramo

gran loor todos le oran



Alí Chumacero (1918-2010). Poeta, autor de Palabras en reposo; era enomaradizo y anhelaba morir a balazos por causa de algún amor, pero falleció este año de neumonía, a los 92 años de edad. Se dice que corrigió la novela Pedro Páramo.




Hoy toca, imploró la parca

al dramaturgo Dehesa

Gaceta del Angel empaca

checaré como vos besas


Germán intentó asustarla

con su camiseta Puma,

"Ese equipo no hace espuma

ni los pronósticos marca.


Donde vamos hay fandango

también un Defe monstruoso

no te faltarán los mangos

ni los dardos puntillosos".


Germán Dehesa (1944-1910). Dramaturgo, periodista, promotor cultural. Durante años escribió su Gaceta del Angel. Es muy conocida su afición por los pumas, su gusto por el fandango y la Ciudad de México.


Imagen: Grabado de José Guadalupe Posadas, El purgatorio artístico, donde hace una critica mordaz a la sociedad que no valora a sus artistas.

lunes, 25 de octubre de 2010

El mural de la amistad entre México y Chile







El chileno Juan Carlos Díaz Verdugo nunca imaginó que su primer encuentro con México sería a través de un mural plástico.

La obra ‘Presencia de América Latina’, pintada por el mexicano Jorge González Camarena, había sido inaugurada justo el año en que él ingresó a la Universidad de Concepción, Chile.

Y el mural es, en sí mismo, un símbolo fraterno entre los dos países Latinoamericanos.

“Cada vez que voy a mi país, me tengo que parar ahí, de lo contrario es como si no hubiera ido”, admite el chileno radicado en Villahermosa, capital del estado sureño de Tabasco.

La familiaridad con la que habla don Juan Carlos de la obra de González Camarena es sorprendente, pero explicable: durante cuatro años, todos los días, cruzó el campus universitario para estudiar ingeniería química, y era imposible no ver los 250 metros cuadrados de acrílico y estuco de la monumental obra.

“Presencia de América Latina fue inaugurado el 10 de septiembre de 1965, yo entré ese año a la Universidad de Concepción”, evoca el chileno.

La pieza de 35 metros de largo por seis de altura, además, es un acto solidario del pueblo mexicano al de Chile que 1960 había sufrido un devastador terremoto.

“Las dos ciudades más afectadas por el temblor de 9.5 grados que sacudió a Chile, en 1960, fueron Valdivia y Concepción. El gobierno mexicano apoyó en la reconstrucción y ofreció como un extra construir el mural. Originalmente se iba a levantar en Valdivia, pero por trabas burocráticas de hizo en Concepción”.

La ciudad chilena está ubicada a unos 500 kilómetros al sur de Santiago, la capital chilena.

El pintor elegido fue Jorge González Camarena --hermano de Guillermo González Camarena, inventor de la televisión a color--, quien para cumplir la promesa hecha por México, trajo de Chile a los pintores Eugenio Brito y Albino Echeverría, para que aprendieran las técnicas del muralismo y así pudieran colaborar con él en la obra de Concepción.

De este aprendizaje en el Valle de México surgió un mural previo a ‘Presencia de América Latina’, el llamado ‘Las razas’, que se puede ver hoy en el Museo de Antropología.

“La obra de González Camarena fue el símbolo de una época, porque cuando la construyeron, México y sus muralistas, influyeron en los artistas chilenos, rápidamente comenzó una cultura de los murales populares que antes no existía en Chile, fue tal la importancia del movimiento que cuando Salvador Allende llega a la presidencia chilena, se crea el concepto de mural popular y surgen las brigadas Ramona Parra, que eran las encargadas de pintar todo Chile por la izquierda”, señala.


Historia plástica del mestizaje

El mural se erigió en donde estaba la antigua Escuela de Odontología, que se había derrumbado con el temblor.

“Presencia de América Latina quedó en su sede, la Casa del Arte, donde se realizan exposiciones y existe una pinacoteca, prácticamente está a la entrada de la Universidad, en lo que se denomina Plaza Perú, un sitio muy visible y de mucha afluencia”, acota.

González Camarena terminó el mural en abril de 1965. En los seis meses de trabajo, el mexicano recibió la visita sorpresiva del poeta Pablo Neruda, quien había estado viviendo en México como cónsul general chileno de 1940 a 1945.

“Quedó tan impresionado con lo que se estaba haciendo Camarena, que de algún modo lo convenció para que pusieran unos versos suyos en el mural, los que pertenecen al poema ‘América’, del libro Canción de fiesta”.

De memoria, Díaz Verdugo recita esas únicas líneas grabadas en la parte superior del mural que sí se pueden leer en el sentido de las manecillas del reloj: “Y no hay belleza como esta belleza de América extendida en sus infiernos, en sus cerros de piedra y poderío y en sus ríos atávicos y eternos”.

Un verso que resume al mismo tiempo el tema del mural: el desarrollo de la cultura mesoamericana, pasando por la fusión de las dos culturas y la identidad Latinoamericana.

“La obra tiene una singularidad, se lee en sentido inverso, no de izquierda a derecha como siempre es, sino de derecha a izquierda, de manera que el final es el inicio: está el nopal y la flor nacional chilena, el copihue, juntos los dos, hermanados, y esos puñales enterrados en el nopal son las tantas guerras a las cuales se ha visto sometido México y Chile”.

El mural es de tendencia simbolista, donde deidades aztecas representan el devenir de sus pueblos: Tláloc, dios de la lluvia, junto a una mujer de rasgos indígenas con peces de colores azules en sus manos, la riqueza del mar; Quetzalcoatl, la cultura prehispánica, y Zontemoc, el prometeo azteca que cae representando el ocaso de esas culturas antiguas; un conquistador armado y una mujer mesoamericana, símbolos del nuevo mestizaje que crea los nuevos pueblos y naciones de América Latina.

Curiosamente también, don Juan Carlos se ha hermanado ahora más con el país definido por su paisano Neruda como “el México florido y espinudo” al contraer matrimonio con una mexicana y, resultado de esta relación, haber procreado una mexico-chilena.


Foto 1. Vista panorámica del mural "Presencia de América Latina", de Jorge González Camarena, en la Universidad de Concepción, Chile. (Dandole click a cada foto se puede ver más grande)

Foto 2. Las escaleras dirigen al segundo piso de la Casa de Arte, donde seguido se montan exposiciones plásticas.

Foto 3. Rostros de mujeres precolombinas que simbolizan el nacimiento del mestizaje.

Foto 4. Una mujer desnuda y el mapa de los pueblos de América Latina, desde México hasta la patagonia chilena y argentina.

Foto 5. Como la obra se lee de derecha a izquierda, la historia de "Presencia de América Latina" concluye en la unión del nopal y el copihue, símbolos de los dos países. Sus cuchillos clavados simbolizan las luchas insurgentes que dieron nacimiento a México y Chile.


Las fotos son cortesía de mi compa chileno Rodrigo Leal Sanmartín, a quien agradezco haberme hecho el favor de tomar las imágenes. Lo mismo que un video que tomó para la ocasión (haciendo click en esa palabra se abre el vínculo a esas imágenes en movimiento).



lunes, 18 de octubre de 2010

El amor está en el sur


1.- El evento. Audomaro Ernesto Hidalgo presentó el viernes 15 de octubre, en la División Académica de Educación y Artes (DAEA), de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), su ópera prima El fuego de las noches (Municipio de Tlanepantla, 2010).

El libro ganó el primer premio nacional de poesía Juana de Asbaje, que otorga el municipio de Tlanepantla, Estado de México, con un jurado integrado por Thelma Nava, Alí Chumacero y Dolores Castro.

Fue el poeta Alvaro Solís, quien se encargó de abrir la tanda de razones para festejar el volumen. Solís se centró en la elipsis que tuvo que hacer Hidalgo para poder escribir su ópera prima.

Sostuvo que a falta de instancias serias para formar escritores profesionales en la entidad, con excepción de algunos talleres literarios que todavía funcionan y de la Escuela de Escritores, quienes quieren emprender el camino o ascensión a las letras no les queda otra salida que emigrar.

Brevemente bosquejó esa ruta seguida por Hidalgo, desde su estancia en Ciudad de México, becado por la Fundación para las Letras Mexicanas, hasta su fundamental viaje hacia el sur, Santa Fé, Argentina. Si "Maro" regresó de nuevo, dijo Solís, fue movido por designio familiar y amor al terruño.

"El viaje marcó su literalidad", señaló el autor de Cantalao, que parecía también hablar de su propia ruta, ya que él mismo dejó Tabasco hace ya algunos años para ir primero a estudiar una licenciatura en filosofía a Tlaxcala y luego una maestría en letras a Puebla con viajes intermitentes también a la tierra que lo vio crecer.

"Los tonos de la poesía de este poeta nacido y crecido en la populosa colonia Atasta son más bien solemnes. Poesía que como la de (Roberto) Juarroz o (Antonio) Porchia, aspira al hallazgo que rebase los límites propios de la literatura y la imaginación. Aspira a revelar lo escondido detrás de la superficie de las cosas, logrando por momentos alcances filosóficos de verdadera sabiduría", resaltó el presentador.

Por su parte, Sergio Arenas Martínez, el otro presentador, fue quien penetró más en los símbolos que crepitan en El fuego de las noches.

Citando a Gastón Bachelard, desmembró los distintos fuegos que atizan en el libro repleto de "poemas en verso y en prosa, que transitan de uno a otro sin dificultad".

El profesor universitario destacó que la lucha de Audomaro es "hacer presente el pasado, pero no como presente, sino como futuro".

No es extraño, pues, que los poemas parezcan contar una historia, aunque "la obra en sí no es una narración, sino la introspección de un viaje que cuenta una historia por distintas voces".

Al final, Audomaro tomó la palabra para señalar que El fuego de las noches se gestó en Ciudad de México, gracias a una beca que le otorgo la Fundación para las Letras Mexicanas.

Aclaró que se trata de su primer libro publicado, y que como toda ópera prima, es querida precisamente por el distanciamiento que comienza ya a haber entre el texto terminado y quien lo escribe.

Arenas cerró citando a Bachelard y diciendo que El fuego de la noches, es más "hijo del hombre que de la madera".



2.- El libro. Entre los dominios del polvo, Audomaro Hidalgo levanta su heráldica familiar para hacerla brillar "igual que espadas en la oscuridad". Su memoria es un yo que se vuelve un nosotros, capaz de invocar los recuerdos viejos y nuevos en un "viaje a través del tiempo". Lo que queda, es la comunión de lo próximo y su sentido de brevedad. Las palabras.

En "Los días y el trabajo", por ejemplo, el poeta parte de una narración sugerida: el retorno del padre a la casa en ruinas. Ese narrador en el interior de la casa nos hace oír "el golpe del martillo" que "llega desde el patio", para hablarnos de cómo la vida sobrevive de nuevo "a generaciones de nombres y de insectos". Cuando la faena de los días y el trabajo están acabados, el padre se sienta como lo hicieron sus ancestros, en la silla restaurada "mientras imaginaba a su primer dueño".

"Ese abuelo que no conocí" es un aviso de lo que le espera, de lo que le aguarda, a esa voz que lo cuenta todo desde adentro, un poco distante, que ha permanecido quieta, como simple testigo de "Los días y el trabajo", pero que ya pronto estará afuera también, vuelta a rememorar un pasado inacabable.

Este será un proceso habitual en muchos versos de El fuego de las noches, que el autor no oculta --tampoco tiene porqué hacerlo. En Nocturno, uno de los poemas mejor logrados del volumen, parte de esa espera quieta para exaltar el recuerdo misterioso de la figura amada: "Me he detenido a ver el mar… con la discreción de la neblina cuando invade la carretera".

La playa solitaria le devuelve la pasión antigua, condensada en "el oleaje amenazante… con sus cuchillos de espuma".

El círculo de lo vivido llega al punto de donde partió: el recuerdo que se ha levantado del polvo, no olvida que volverá al polvo. Finitud irremediable. No queda otra más que imitar al tulipán que, "entre palos y desperdicios… vive y brilla".

Los saldos de esas pérdidas se vuelven metáforas coléricas:

"Estoy triste, lloro / con todo el odio que me producen los hospitales y las terminales de autobuses,/ con ese llanto que pule profundo los huesos. / Hoy maldigo el licor solitario, / arrojo con fuerza las piedras más negras de la arena".

Una pena honda que a mí me recuerda al César Vallejo de Los heraldos negros, y al que por cierto el poeta tabaqueño escribe una carta en verso libre, como si fuera uno más de su linaje íntimo. En cambio, los poemas en prosa de la última parte de El fuego de las noches, poblada de montañeses, de hijos ausentes, de silencios extendidos, recuerda la poesía de otro solitario, la de Cesare Pavese.

Audomaro no escatima el uso del "nosotros" en una poesía elemental, que prefiere dialogar con los suyos antes que perderse en las formas. Su fuego de las noches es una flama que anima a los solitarios, a los amantes viejos que "conversan tristemente", a las "sombras de otra orilla" y a quienes leen su "Memoria paginada" con la esperanza de que "Al final de este verso hay(a) una puerta que se abre (a)".

Extraño sentir el de quien en su suelo parece un sombra habitada de nocturnos y elegías, y ya lejos, en ciudades de pasada, se vuelve sol, himno y alegría. La razón es la del amor concreto, no el que se trae en la sangre, sino uno mayor, el que se elige y halla, allá lejos.

"Caminábamos y yo decía nubes, guijarros, miraba tu espalda. / Tus cabellos eran una corriente dispersa, color del sol/ que todavía llegaba hasta nosotros / mientras volvíamos al pueblo por calles de arena".

Basta a veces oír "El canto de aquella muchacha de la que ignoro el rostro" para sucumbir al hechizo, a ese fuego de las noches inextinguible.


3.- Un poema de El fuego de las noches


NOCTURNO

Me he detenido a ver el mar

desde el silencio de la casa cuando todos se han ido,

con la discreción de la neblina cuando invade la carretera y de pronto desaparece.

Esta noche es una playa desierta donde vuelves a desnudarte

mientras el oleaje amenaza mi corazón con sus cuchillos de espuma.

Estoy triste, lloro

con todo el odio que me producen los hospitales y las terminales de autobús,

con ese llanto que pule profundo los huesos.

Hoy maldigo el licor solitario,

arrojo con fuerza las piedras más negras hacia la arena.


Esta noche de enero escucho tu ausencia, digo tu nombre,

regresan aquellas horas en que caminábamos desiertos de nosotros mismos

por malecones apenas alumbrados,

cuando el calor de otras noches nos unía.

Ahora el viento y la lluvia caen sobre la playa.

Desde esta ventana he mirado largamente el mar

y las embarcaciones estacionadas en el puerto son la nostalgia,

misteriosa visitante que llega acariciándonos con su silencio

lunes, 11 de octubre de 2010

Agua de Tabasco: memoria no oficial de las inundaciones


No piense que luego de ver la proyección del documental Agua de Tabasco (México, 2009), saldrá feliz. Su realizadora, Adriana Camacho, previene:

"En general, la gente sale enojada y con un sentimiento de impotencia, es un documental de denuncia".

El interés de la joven realizadora por documentar las inundaciones en la entidad nació en octubre de 2007, al ver precisamente las primeras imágenes de la catástrofe por televisión.

"Acto seguido estaba de voluntaria en la Cruz Roja del Distrito Federal, un ratito más tarde estaba grabando y camino a Villahermosa inundada, de ahí parte toda la historia para realizar el documental".

Camacho, quien estudió comunicación en la Universidad Iberoamericana y ha sido asistente de cámara en cintas como Por la libre y Ladrones de corazones, no imaginó que la elaboración de Agua de Tabasco le tomaría dos años y medio de trabajo con más de 100 horas de grabación.

"En recuento, la impresión más fuerte fue enfrentarme con la realidad, una imagen lejos de la oficial. Más que descubrir, Agua de Tabasco saca a flote lo que ya se sabe: cómo en la búsqueda de progreso, bienestar y justicia social, se ha arrasado con el edén.

"En Tabasco, como en muchas otras entidades del país, el cambio de uso de suelo, la ganadería, la deforestación, la construcción de presas hidroeléctricas, fueron graves errores.

"Lo más lamentable es que los resultados de tales planes posrevolucionarios del México moderno no son visibles. A la fecha, en el país, no existe justicia social y el bienestar no es de todos".

Entre entrevistas con especialistas y tabaqueños afectados por el desastre ambiental, las imágenes del documental "no sólo nos hablan de inundaciones, sino de todo un sistema ineficaz que la fuerza de la naturaleza saca a flote. El cambio climático, la falta de prevensión, los asentamientos irregulares, la negligencia criminal y décadas de corrupción para el manejo de la cuenca del Alto Grijalba, hacen del agua un enemigo", agrega la cineasta.

Es por eso que quienes ven el documental, que dura una hora y 45 minutos, "salen enojados y con un sentimiento de denuncia. Donde se ha presentado -cuenta- algunos se me han acercado para mencionar que viven situaciones parecidas, así es que en general cumple su función de ser un documento memoria que invita a reflexionar nuestro presente a través de la experiencia de otros".

Adriana recuerda a un campesino que por iniciativa propia se acerca a la cámara y le explica. "Si yo me meto a robar, me echan a la judicial; si le pido apoyo al gobierno, no hay... así que estamos todos jodidos". Pero en tiempos de sequía los problemas no acaban. "Otro campesino, cuyo ganado se muere por falta de agua, cuenta: Agua hay, el problema es que no hay una dependencia que nos diga qué hacer".

La banda sonora de la película fue realizada por un grupito de tamborileros del poblado de Chico Zapote, Nacajuca, que además de utilizar sus instrumentos tradicionales, se valió de materiales de desecho para transformarlos en cajas sonoras.

Por todo lo que ella escuchó, vio y grabó de primera fuente, le fue "muy difícil" mantenerse objetiva. "Porque el documental está narrado desde mi enojo. Es la visión de una mexicana que vive en un país donde a diario se encuentran imágenes de injusticia, de estulticia en demasía por parte de los gobernantes y una sociedad crítica pero poco activa. Me interesaba que Agua de Tabasco fuera registro del ciudadano afectado y del experto sincero. Pero es muy objetivo al no obedecer a ningún tipo de interés más que el de poner el dedo en la llaga para ver si así nos proponemos hacer un México mejor".

Camacho, quien es a la vez directora, productora y fotógrafa del documental, considera que el género "está cobrando fuerza nuevamente. El asunto no es el interés del público sino los foros y la difusión para presentar los documentales. La labor que hacen festivales, muestras y distribuidores dedicados a este género es la que está generando público y, mejor áun, documentaistas".

La prueba de este creciente interés es que su trabajo mereció el galardón José Rovirosa 2010 al mejor documental, distinción que otorga la Filmoteca de la UNAM y el Centro de Universitarios de Estudios Cinematográficos.

"Recibí el premio de manos de cineastas cuya obra admiro de verdad: Eugenio Polgovsky, el de Los herederos; Everardo González, de Los ladrones viejos; y Carlos Medoza, de Chapoapote. No puedo más que agradecer".


Agua de Tabasco se proyectará el 12 de noviembre en la galería Refugio de la luna, en dos funciones, 18:30 y 21:15, con la presencia de la realizadora.