miércoles, 26 de mayo de 2010

domingo, 16 de mayo de 2010

Me interesa poco la literatura y mucho la poesía: Audomaro Hidalgo


Audomaro Hidalgo (Villahermosa, 1983) es tabasqueño, pero no le gusta el béisbol, excepcionalmente esta semana acaba de hacer un “dobletazo” literario, pues de un solo golpe ganó dos certámenes líricos: el Premio Nacional de Poesía Juana de Asbaje y el de la Feria Tabasco 2010.

De figura espigada, apasionado, eso sí, de los Pumas de la UNAM, considera que las justas literarias son “importantes”, pero la poesía está antes que todo eso: “El hecho de escribir pasa por otro lado, por una imperiosa necesidad personal, porque algo no está bien, porque no estamos a gusto, porque si lo estuviéramos, no escribiríamos más”.

El jurado que le otorgó “por unanimidad” la primera edición del premio nacional que lleva el nombre de la poeta novohispana Sor Juana Inés de la Cruz, estuvo integrado por sendas figuras literarias: Alí Chumacero, Thelma Nava y Dolores Castro. El jueves 8 de mayo, en la ex hacienda de Santa Mónica, Estado de México, recibió del Instituto Municipal de Cultura de Tlalnepantla, los 50 mil pesos, la estatuilla de la Décima Musa hecha por el artista Jorge Fernández Pacheco y la promesa de publicación de su obra ganadora, “El fuego de las noches”.

Por si no bastara, hoy domingo 16 de mayo, en la clausura de la Feria Tabasco 2010, recibirá el premio convocado por el Instituto Estatal de Cultura de Tabasco por su poemario “Decir la sombra”. Recién “desempacado” de la capital mexicana, el también becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, adelanta por primera vez cómo festejará los logros alcanzados.


¿De qué trata “El fuego de las noches”?

Si tuviera que definir este libro en una palabra, sería con la palabra “memoria”. En él hay poemas escritos con eso que se ha dado en llamar verso libre y un poema largo en prosa.

¿Cómo surgieron los textos?, ¿partiste de una premisa o se fue dando por sí sola?

”El fuego de las noches” lo escribí en la Ciudad de México, con el apoyo de la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM). Casi todos los poemas nacieron a partir de una idea o una imagen, que después desarrollé en el papel, a la hora de sentarme a escribir. Y sí, en algún momento me di cuenta que el libro dictó un orden interno y al mismo tiempo generó su propia estructura. Es un libro que disfruté mucho escribirlo.

¿Cómo te sienta haber ganado dos premios importantes en una sola semana?

Estoy contento, tranquilo. Pero con mayor responsabilidad conmigo mismo, con mi trabajo creativo. Creo que he aprendido a tomarme las cosas con calma, es mejor que se vayan acomodando por sí solas y no forzarlas.

¿Cuál es la fórmula para “dobletear”, usando un término beisbolero?

No me gusta el béisbol (risas)

¿Practicas algún deporte o mantienes esa imagen clásica del escritor sedentario?

Me gusta mucho el futbol, fui jugador profesional cinco años, en la Tercera División. También practico, cuando puedo, el basquetbol con mis sobrinos (risas); me gusta andar en bici, caminar mucho, viajar, ver cine, cocinar -que quizá también sea un tipo de deporte-. No me gusta el América, ni el Real Madrid, ni el River Plate. Le voy a los Pumas.

¿Es el primer concurso que ganas?

Literario, sí. El año pasado gané el Premio Estatal de la Juventud.

Hay quienes desconfían de los certámenes literarios, ya sea porque los fallos son parciales o porque se convierten en botín para caza-premios, ¿cuál es tu opinión?

En principio, yo no escribo para ganar premios, esa posibilidad viene después que ya se ha terminado un libro, en ese momento uno decide si lo envía a un certamen o no. Es decisión de cada quien. El hecho de escribir pasa por otro lado, por una imperiosa necesidad personal, porque algo no está bien, porque no estamos a gusto, porque si estuviéramos a gusto, no escribiríamos más. El jurado que eligió mi libro para darle el Premio Nacional de Poesía, fue un jurado de lujo, estoy muy agradecido con ellos.

¿Para que te servirán a ti los premios?

Son importantes, creo que llegan en buen momento.

¿Con quién vas a celebrarlo?

Con mi abuelo, tomando Coca-Cola y comiendo golosinas (risas)

¿Qué opina tu familia de tu elección por las letras?

Siempre he tenido el apoyo de mis padres. Respetan lo que elegí por oficio. Pienso que llega un momento en que uno debe tomar decisiones vitales, como diría (José) Ortega y Gasset, “se llega a ser lo que se debe ser, o no se es nada”. Estoy a gusto con esta decisión, la asumo. La verdad es que me interesa muy poco la literatura y mucho la Poesía.

Y el concurso de la feria Tabasco 2010, ¿con qué obra lo ganaste?

Con una serie de poemas que se llama “Decir la sombra”.

En 2006 ganaste una beca del FECAT sobre “personajes poéticos”, ¿a quiénes elegiste para diseccionar?

El proyecto consistió en escribir ensayos sobre algunos poetas de lengua castellana: Jorge Esquinca, Jaime Sabines, Eugenio Montejo, Rosario Castellanos, Amado Nervo, Alejandra Pizarnik.

De tu paso por la Fundación para las Letras Mexicanas, ¿qué es lo que más extrañas?

La Fundación es un verdadero lugar de prestigio y privilegio. Fue una experiencia maravillosa, me enriqueció mucho, como escritor y como persona. A veces extraño la tutoría de los jueves, los cursos, las conferencias, el contacto permanente con personas que están en la misma jugada que uno.

Y de la Ciudad de México, donde viviste, ¿qué rememoras más?

Viví dos años y medio, tuve la beca de la FLM y di clases en una preparatoria. Conocí muy buenos amigos, con los que todavía, cuando voy al Distrito, disfruto sentarme una tarde a tomar café y hablar y hablar, o simplemente caminar.

Si pudieras cambiar algo del paisaje literario en Tabasco, ¿qué ajustarías?

¿A qué paisaje te refieres, al paisaje natural o al paisaje artificial? (risas)

¿Cómo ves a los escritores de Tabasco en el panorama nacional?

Hay poetas tabasqueños que siguen siendo reconocidos y respetados fuera del estado. Sabemos a quiénes me refiero. Pero lo cierto es que hoy en día esta situación no ha variado mucho: Francisco Magaña, Alvaro Solís y Jeremías Marquines tienen una trayectoria, desde diferentes propuestas, destacada en el ámbito de la poesía mexicana.

¿Hay alguna identificación con ellos?

Los tres son muy buenos poetas, he leído sus obras, pero estoy más cerca, espiritualmente, por visión de mundo, con la poesía de Alvaro.

Actualmente tienes la beca del FONCA 2009-2010, en el rubro de poesía, ¿sobre qué va ese proyecto?

Afortunadamente tengo esa beca, porque la verdad es que la situación laboral y económica en el estado es lamentable, oscura. Con el apoyo de esta beca estoy escribiendo mi segundo libro, que aún no tiene título, pero ya aparecerá. La última semana de marzo fue el Encuentro de Jóvenes Creadores del FONCA en la ciudad de Oaxaca, y en julio será el siguiente, en Guanajuato.



Parte de esta entrevista apareció en la sección cultural expresión! del diario Tabasco HOY, el 16 de mayo de 2010.

lunes, 10 de mayo de 2010

Entradas para un diccionario 2

Blogetariano
Lector que sólo consume blogs.
Blogetariado
Explosión masiva de blogs. Dícese de todos los escritores de bitácoras en la Red.

jueves, 6 de mayo de 2010

El zoo de Humberto Estrada


“Hay destinos humanos ligados con un lugar o un paisaje”. La cita de Luis Cernuda puede servir de presentación a los grabados de Humberto Estrada (México, D.F, 1972). Sus estampas están llenas de jaguares recién capturados, guacamayas ensimismadas, peces saltarines y perros melancólicos: el entorno natural que lo acogió y vio nacer como artista hace más de una década en Tabasco.

La gráfica local hasta ese momento se condensaba en un solo nombre: Férido Castillo (1942-2002). El joven Estrada ya no pudo recibir las lecciones del maestro, pues entró al taller donde éste daba clases en la UJAT pocos días después de su fallecimiento. No obstante, por medio de exposiciones posteriores y a través de quienes sí lo trataron, aceptó su influjo. De los artistas de su generación que han incursionado en el grabado -Ingrid Sáenz, Margarita Ahuatzin y Fernanda Reyna-, Estrada es quien más se parece a Férido porque los hermana la naturaleza. Entre los paisajes desplegados de Férido y la figura femenina de Máximo Sol, se interpone el detalle de ese paisaje en Estrada. Humberto nunca ha negado la influencia de Férido en su trabajo. “Sus grabados son escuela para todo el que quiera adentrarse en esta materia”, admite a quien se lo pregunta.

Sus ojos no se dilatan sino que se concentran: se centran en el rasgo, como si se asomaran a ese marco en “La ventana” para develar lo estrictamente necesario. Así lo prueban también sus grabados dedicados a los personajes que habitan en el imaginario colectivo del tabasqueño, donde resalta el ceño singular, la huella imborrable, el gesto inconfundible. Su Chico Ché, su Tomás Garrido, su José María Pino Suárez o su Carlos Pellicer se adivinan desde lejos, sin necesidad de los títulos como una lotería ya vista de antemano, pero a la que siempre hay que cantar como si fuera el primer juego.

En estos nombres de personajes controvertidos se revela también la vena que distingue su trabajo, el grabado como una toma de posición que exalta lo mexicano como sinónimos, primero de resistencia, después de autenticidad. Aún cuando algunas veces sus placas irrumpen en otras atmósferas (como en “New York” o “Arlequín de carnaval”) hay en los contornos de la tinta el sello inconfundible de un mexicano que aspira a ser artista universal (“La muerte nunca descansa”, “El secreto”, “Habitante en el Bajío”).

Las series hechas a partir de ciertos animales como la dedicada al cocodrilo (“El cocodrilo en la laguna de las ilusiones tristes”, “El gran cocodrilo”, “El cocodrilo sonriente”, “Papillón”, “El cocodrilo del Grijalva” y “El cocodrilo bajo el agua”) sirven para estilizar su dibujo y, al mismo tiempo, captar los pormenores y estados de ánimo de su zoo particular.

Como habitante del sureste, el pasado gráfico mesoamericano labrado en piedra lo ha seducido y sus placas en “Glifos mayas” lo testimonian: no sólo recrean la expresión de aquellos signos, sino también algo que no conocieron los prehispánicos, la experiencia estética pura que Octavio Paz reivindica para el arte contemporáneo de Occidente.

Menos conocidos son los grabados de Humberto con toque de denuncia social, que sin vacilar ocupan una parte importante en su portafolio. Cuando los animales adquieren características antropomorfas lo hacen para señalar los defectos humanos. Su estilo a veces abandona el naturalismo para abordar los símbolos de las luchas revolucionarias (“Dogma de la liberación”, “La frontera y la malla”, “1917”) en imágenes que rayan en una mudez abstracta, que por más simplificada más resonante y efectiva.

No en vano el primer grabado que sus ojos miraron no se dio en los santuarios oficiales del arte, esas galerías pontificiales, sino en la bandera rojinegra del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN): la silueta entintada de otro personaje que vuela en el imaginario colectivo mexicano, el “Tata” Lázaro Cárdenas.

Mesurado, quien defendiera junto con otros pintores la existencia del Colegio de Artes de Tabasco hasta las puertas del Congreso local (cerrado desde hace dos años por los funcionarios actuales del Instituto Estatal de Cultura de Tabasco), evalúa en los comienzos del siglo nuevo, viejas actitudes: “el grabado combativo es para mí muy difícil de exponer, las galerías todavía están muy controladas o cerradas a los temas de protesta y conciencia social”.


La exposición "Luz y sombras" de Humberto Estrada se puede ver a partir de hoy en la Casa Museo Carlos Pellicer Cámara

miércoles, 5 de mayo de 2010

Mea culpa

Muchas, incontables veces, es el cuerpo el que se niega a ser feliz.