lunes, 28 de junio de 2010

La foto fiel no existe: Alejandro Breck


Con una docena de fotografías yuxtapuestas, en blanco y negro y color, a las que agrupa bajo el título de “Divisiones y consecuencias”, Alejandro Breck monta su primera exposición individual, la cual busca “confrontar al público e invitarlo a reflexionar con el juego de esas imágenes", al tiempo que cada uno saca sus propias conclusiones.

Porque para este joven fotógrafo --cuya primera cámara fue una popular Kodak 110, regalo de su hermana--, la última impresión recae en el espectador, quien debe “tratar de recrear alguna emoción distinta a la que generan las mismas fotografías por separado”.

Con la influencia del cine a cuestas, pues es el fotorrealizador de Ecce homo (cortometraje que se puede ver en la página web de you tube), sus imágenes parten de lo cotidiano para mostrar que en esos brevísimos sucesos se esconden épicas historias. “Estamos diariamente rodeados por cosas increíbles, lo malo es que nos acostumbramos tanto a ellas, que ya no les damos importancia”.

Su carta de presentación incluye estudios en diseño gráfico; la columna de foto que escribió semanalmente para el diario Tabasco HOY; y mantenerse como cácaro del cine club de la galería El refugio de la luna, lugar donde precisamente a partir de esta semana expone sus imágenes.

“Disfruto mucho la fotografía de lo cotidiano, aunque el hecho mismo de meter un fragmento de mundo a través de la cámara, es ya un redimensionamiento del universo. Creo que la fotografía es eso: un redimensionamiento del tiempo”.

Admirador del fotógrafo Henri Cartier-Bresson, Breck se siente a gusto con su Minolta, una cámara digital que adquirió picando en trabajos independientes, aunque claro, no abandona la analógica, a la que debe su gusto por la imagen.

“Es muy posible que lo analógico desaparezca del mercado masivo, pero se seguirá elaborando la película para un sector que tiene que ver con el arte y la fotografía de estudio. El rollo tiene muchas cualidades que no terminamos de conocer, un abanico de texturas y comportamientos con la luz. Y ni hablar de las técnicas de revelado”.

Sus primeras imágenes “serias” fueron a la Virgen de la Asunción, en su natal Tenosique, durante la fiesta local que se celebra cada 15 de agosto. Viajes, paisajes y lecturas han nutrido sus ojos para enfrentarlos al visor. “Un fotógrafo está más nutrido entre más expuesto y dispuesto está a dejarse enamorar por el mundo. En mi caso, el cine ha sido una de las principales fuentes de mi educación visual”.

Flickero de corazón, rechaza que alguna vez la imagen haya sido una copia fiel de la realidad. “Las tecnologías digitales son el cuarto oscuro del fotógrafo actual. La foto “fiel”, como tal, no existe. Quien diga eso, miente. La elección del objetivo, del sensor o del rollo, son ya una manera de manipular la imagen”

Breck señala que la fotografía en el estado de Tabasco sobresale sobre todo por sus paisajistas y retratistas. “Los maestros de la vieja guardia son excelentes en el manejo de la luz de estudio: Hermilo Granados, Chacato Zúñiga, por mencionar algunos. Pero fuera de ahí hay pocos fotógrafos que se arriesguen en busca de nuevas formas. Hay muchísimos diarios en la región y solo un puñado de fotorreporteros que dan sangre nueva al fotoperiodismo; Jaime Ávalos, por ejemplo, es alguien a quien admiro, que se pone la camiseta, que va en busca de las imágenes a donde tenga que ir y tiene un ojo muy educado. Sus imágenes son sorprendentes”.

La serie apuesta sobre todo a la emoción. “Me gustan los juegos, pero creo que la foto vale por el contenido. La técnica es importante, pero sin algo qué decir, es como un cántaro muy bello pero roto”.


Parte de esta entrevista fue publicada en la sección cultural expresión, del diario Tabasco HOY, el domingo 27 de junio de 2010. Foto: Autorretrato, cortesía de Alejandro Breck.




sábado, 19 de junio de 2010

Todo será posible, menos llamarse Carlos


("Todo será posible, menos llamarse Carlos". Con este verso de Pellicer se puede comenzar a hablar ahora de Monsiváis: de sus logros y legado. Uno muy valioso en el plano netamente literario fue reconocer bien pronto el trabajo poético de José Carlos Becerra. Un día de mayo de 2008, me concedió generosamente una entrevista para hablar de su amistad con el tabasqueño. De él, dijo: "José Carlos es un amigo cuya calidez, cuya inteligencia, siempre se extrañará". De "Monsi" se puede ya decir lo mismo: "Siempre se extrañará")


Al cumplirse* 72 años del nacimiento del poeta José Carlos Becerra Ramos, Carlos Monsiváis sigue recordándolo como “una figura importante” en la historia de la poesía mexicana del siglo XX, pero sobre todo, como “un amigo cuya inteligencia siempre se extrañará”.

Entrevistado vía telefónica a su casa de la colonia Portales, en Ciudad de México, en vísperas del 72 aniversario del poeta tabasqueño --nacido un 21 de mayo de 1936--, el cronista de cronistas no duda en evocar sus tiempos de amistad con quien le llevaba dos años más de edad (Monsi nació en el 38).

“Yo fui amigo de José Carlos un buen tiempo, precisamente cuando él desistió de estudiar arquitectura y pensó que tenía que entregarse por entero a las letras”.

La memoria de Monsi es precisa al recordar un viaje que hicieron juntos a Comalcalco, una ciudad a 50 kilómetros aproximadamente de Villahermosa, capital del estado de Tabasco, acompañados nada menos que de otro poeta, don Carlos Pellicer Cámara.

“Lo acompañé, incluso, con el maestro Pellicer, a Comalcalco, en una visita de truenos y versos que todavía hoy recuerdo... Además, José Carlos me hizo el honor de dedicarme uno de sus poemas, 'El halcón maltés', ahí entre las discusiones sobre la poesía versicular y el apasionamiento político que lo distinguió”.

Para el autor de Días de guardar, Amor perdido y Escenas de pudor y liviandad, querer a esa calidez tropical que era José Carlos no fue nunca complicado.

“Fui aprendiendo a conocerlo mientras hablaba de las señoritas Calcáneo, de su parentesco con Carlos Madrazo y de su entusiasmo por la Villahermosa de las tarjetas postales”.

Monsiváis fue testigo también del crecimiento del tabasqueño como poeta, hasta el grado de incluirlo en su versión actualizada de la Poesía mexicana del siglo XX como una de la voces imprescindibles de los sesenta, cuando ya Becerra cumplía nueve años de ausencia.

“Fui testigo de cómo se fue radicalizando en su lenguaje poético, y cómo aprovechó perfectamente las lecciones de Pellicer, de la poesía francesa y, sobe todo, de la última etapa de José Lezama Lima”, evoca Monsi.

Por eso tampoco olvida la mala noticia que recibió a finales de mayo de 1970, cuando se enteró de que el poeta había muerto en Brindisi, Italia.

“Yo estaba hospedándome en Londres, junto con Hugo Gutiérrez Vega, cuando nos llegó la noticia de su muerte, y fue una sacudida emocional y una pérdida literaria enorme”.

A la distancia, Monsi no vacila en señalar que Becerra ha sido una feliz influencia para los jóvenes escritores de su generación y la siguiente.

“Ahora pienso que los jóvenes lo leen, ¿de qué manera traslucen esa lectura en lo que escriben?, no podría decirlo, pero sí creo que Becerra es una figura muy importante y es un amigo cuya calidez, cuya inteligencia, siempre se extrañará”.


*Esta entrevista fue publicada en el diario Tabasco HOY, el 20 de mayo de 2008, como un aporte especial de su sección cultural expresión! para acompañar a la semana que la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco dedica año con año al poeta tabasqueño.



viernes, 18 de junio de 2010

Rocambolesca

Y si no hubiera puentes, ¿existirían abismos?

La opinión pública es el comentario de unos cuantos.

Vacas sagradas de la era digital: poetas, encuestadores, periodistas y directores técnicos de futbol.

Mis muertos hablan demasiado con los vivos como para pensar que están muertos, que están vivos.







jueves, 17 de junio de 2010

Esperanza

Mientras exista una pequeña luz, el reino de las sombras no será.

Ensueño

Incapaz de dormir, se contenta al menos con soñar.

martes, 1 de junio de 2010

Ars poética: Contra mi mismo

Si una palabra se acerca mejor a la poética que intento forzar y forjar todos los días, escogería vitalismo. Mis textos líricos buscan traducir pequeños instantes y experiencias donde yo he sido el pálpito de una vida.

La emoción de ver cruzar a las nativas con sus blusas ralas por una plaza, aunque cada vez más las muchachas de los pueblos se parezcan a las capitalinas; las casas desoladas donde se presiente un destino familiar truncado; o el tropel de medias negras como bisontes subiendo unas escaleras de piedra: pueden ser experiencias vitales que se conectan con algo profundo en mi interior. Quizá si pintara, tomaría el pincel y daría color a esas emociones.

Todo lo que desde el exterior apresura mi sangre y dilata mis venas, provoca en mí un estado que yo designo imaginación poética, muy propicio a la escritura.

Escribo porque no puedo dejar de pensar en ciertos hechos o personas o imágenes, aunque muchas veces poco o nada al final tengan que ver con esa realidad inmediata. Para definirlo de alguna manera, soy un cronista poético, un notario de las pérdidas y ganancias de una existencia, más de lo primero que de lo último.

A estas alturas es obvio confesar que me gusta escribir porque amo la vida: la escritura para mí es un gozo, otro modo de dilatarla, de multiplicarla. Un epicureísmo lírico --sin evasión histórica.

Aunque admiro poemas como “Muerte sin fin”, de José Gorostiza, o “Coplas a la muerte de mi padre”, de Jorge Manrique, yo jamás escribiría sobre la calaca porque si lo hiciera sólo le lanzaría vituperios, escupitajos, toda mi rabia contenida. Creo, como Elías Canetti, que la muerte es el mayor enemigo del hombre, y hay que desterrarla.

Mi combate es modesto, para exorcizarla, escribo.

Otra cosa que asumo per se en mi escritura es la tensión del lenguaje. Trabajo mucho mis textos para buscar una unidad estructural imbatible, como los cimientos que pide una casa para resistir el tiempo. Como repienso mucho las palabras y los adjetivos que crean imágenes o metáforas, escribo bastante, aunque al final sólo me quede con algún ejercicio o versión. No me importa ni me inquieta el resultado, porque como escribo por vitalidad, siempre hay un gozo, se halle o no el poema.

Cuando reviso lo que escribo tengo mucho cuidado, corregir para mí es una responsabilidad muy inquietante. Nunca olvido que en el proceso de publicación, si lo hay, afuera de la página aguarda un lector que no conozco. El consejo que daba un escritor sudamericano a otro sobre que las palabras de tanto repetirse pueden volverse ciertas y contra uno, nunca se me olvida a la hora de usar la goma de borrar.

Otra cosa que hay en mis textos son los juegos de palabras. Me gustan mucho porque ellos reflejan los sentidos polisémicos del lenguaje, la riqueza verbal que encuentro de manera natural cuando camino y escucho hablar a la gente. O cuando leo a otros poetas. Por eso quizá soy aficionado a descifrar carteles y hasta las cajas rotulada de los cereales, como hacía Cervantes al leer cuanto papel tirado en la calle se encontraba.

Mis textos, como yo, son un diálogo: buscan la sonrisa cómplice, la reprobación mutua, el debate.

A estas alturas, releyendo lo que he escrito, parezco muy seguro, pero es otro contrasentido: sólo tengo unas cuantas guías de apoyo, intuiciones personales y muchas dudas, que curiosamente me ayudan a seguir adelante. O tal vez voy hacia atrás y no me doy cuenta.

Sólo sé que hay movimiento porque el paraje ya no es el mismo. O tal vez soy yo el que ya no es el mismo y por eso el entorno, los árboles, la gente, todo es otra vez diferente.

Ese movimiento acabará cuando mi corazón, espero que no sea pronto, deje de sacudirse. Mientras tanto, escribo, no de la muerte o sus fantasmas, sino de la vida y sus personajes reales o ficticos, pues al fin y al cabo, al final todos alcanzaremos esa calidad de lo invisible.

Quizá haya otras cosas más en mis textos, pero por ahora no las he descubierto.

En mi vida personal, lo mismo que en mis escritos, siempre hay un sentido de lo espiritual, aunque no se mencione explícitamente. Es como respirar, está ahí, y, en mi caso, no imagino la existencia sin ese soporte. Además, creo que no hay nada que no conduzca hasta allí: la amistad, el amor, la escritura. Incluso, lo negativo tiene una puerta hacia esa profundidad.