martes, 7 de septiembre de 2010

Nostalgia por un disco roto

LADO A: El partido por la mitad

Ya el hecho de bautizar a su grupo musical como "La Crisis" era un modo, para Francisco José Hernández Mandujano, mejor conocido con el sobrenombre de Chico Ché, de incitar al relajo: No quedaba otra terapia más efectiva para los mexicanos que bailar y divertirse ante la caída del peso.

Si en los años ochenta la solemnidad todavía no daba su brazo a torcer desde el aparato de Estado y su entonces partido monopólico (el PRI), Chico Ché puso en boca de todos ese estribillo jocoso pero mordaz que dice: "Yo tengo mi partidito que segurito que va ganar y a todos pido que voten por el partido por la mitad".

Pocos en sus bailes celebrados en apartados poblados y cabeceras municipales de la provincia de Tabasco sabían que la letra de esa "inocente" canción era de don Manuel Jiménez, identificado con la llamada nueva canción puertorriqueña.

Menos todavía sabían que el primero en grabarla fue Tony Camargo (el de "yo no olvido el año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas"), a petición del único instituto político de oposición con representación en las Cámaras en esa época, el Partido Acción Nacional.

La intención era que la canción retumbara en los altavoces como preámbulo a los mítines repletos de banderines azules, en las plazas de los pueblos y ciudades, que cada seis años cumplían un mero trámite como si fuera otra fiesta patronal más para guardar las esperanzas.

Como ocurre con muchas rolas interpretadas por Chico Ché, a "El partido por la mitad" le metió mano para actualizar la letra y volverla más pegajosa.

En lugar del "Yo quiero que mi Cantinflas sea presidente o gobernador, y manden a Agustín Lara para Cubita de Embajador, yo quiero a Miguel Aceves con su puesto de embajador", la propuesta del cantante y tecladista fue más divertida por potenciar el absurdo: "Que manden a John Travolta de este lado de embajador y que vaya Chespirito, doña Florinda y el profesor".

Una ironía festiva que retrata las ocurrencias del poder desde esos años, vacilada terrorífica que llevó en los años noventa a Jorge Castañeda, un ex militante comunista, a cometer las peores pifias en la representación diplomática de México en Estados Unidos. (Errores tan bien recogidos como en la letra de Guillermo Zapata, el llamado "Caudillo del son", en su "Fidel, comes y te vas").


LADO B: La reforma agraria

¿Y que se puede decir de que en vez del elegante smoking, el saco cruzado o el brillo de lentejuelas y chaquiras, Chico Ché subiera a los escenarios -lo mismo a la tarima más humilde a cielo abierto, a la piedra a resguardo en los casinos o en el resplandor de los sets de televisión- con su overol de mezclilla?

¿No era una forma de nadar a contracorriente en el medio de la farándula y poner en claro que se veía a sí mismo como un obrero más de los ritmos tropicales?

Como antaño los juglares de Porvenza, el músico transmite en sus 33 Lp's grabados ese "espíritu de gran jovialidad" que Enzra Pound señalaba como quintaesencia del buen trovador, aunque esa influencia en su caso se originara de la música folclórica latinoamericana, de la que fue admirador en su época de estudiante, donde hasta llegó a destacar como dirigente.

Afirmar que fue fiel seguidor de esa música no es cualquier cosa si se toma en cuenta que en esos años no existía la rapidez para entrar en contacto con otro ritmos lejanos, ni siquiera por la radio que era el objeto de lujo de la provincia.

Un tema muy claro es "Y la reforma agraria va", que originalmente compuso el cronista de la revolución cubana, Carlos Puebla, pero que Chico Ché popularizó en México.

Sin saber bien a bien qué significaba eso de "Que se mantengan en paz / la reacción y sus fusiles, porque aunque lluevan raíles / la reforma agraria va", las parejas en las presentaciones populares bailaban desafiando el calor de la noche y, todavía después, cuando el concierto era únicamente un sabroso recuerdo bullanguero, tarareaban el estribillo "y la reforma agraria va / de todas maneras va".

Otro ejemplo de cómo Francisco José se valió de la música de protesta para volverla bailable, es la canción de “La muralla”, que popularizó en los sesenta el grupo folclórico Quilapayún.

“Para hacer esa muralla, tráiganme todas las manos, los negros sus manos negras, los blancos sus blancas manos", una letra que alude a la hermandad de los hombres en una época de fuerte discriminación racial y social.

Con el encanto de que Francisco José creía tanto en su estilo que quitaba versos, arreglaba aquí y allá, para relanzarlos. Los giros lingüísticos, dobles sentidos, el uso de la esdrújula y los trasfondos sexuales hacían lo demás: oír lo indecible en esa periodo de doble moral: el de la Renovación moral oficial y los palacetes comprados en el Viejo mundo, el de la Sagrada Familia y el Segundo Frente.


Grabado: Cortesía de Humberto Estrada, de su serie Personajes.

(Los nombres de las canciones del lado A y B llevan a oír las dos interpretaciones del músico tabasqueño.)

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