Vista desde el avión, Ciudad de México parece, en medio de la noche, un puerto.
De día es el torso tasajeado de un malevo.
También podría ser -siempre hay posibilidades para una megalópolis- una colchoneta remendada o un bosque con millones de luciérnagas.
Ya en el suelo, el peligro para el viajero es la velocidad con que todo se mueve: Lo mismo para el que baja del avión que para el que anda en metro; los primeros pasan sin ver el espectacular mural de Juan O'Gorman colocado en la Estación B de la Terminal Aérea, los segundos ni siquiera se detienen a oír a los modestos músicos que tocan una ranchera.
Desde la dedicatoria del mural “La conquista del aire por el hombre” -el título lo supe después por Internet, ya que en el hall de la sala no existe ninguna placa alusiva-, el artista revela un aspecto de la ciudad que podrá comprobar tarde o temprano cualquier viajero: la amistad que se teje con los otros de una vez y para siempre dentro de la urbe.
"Dedico este trabajo a la magnífica pintora mi querida compañera Frida Kahlo".
La dedicatoria está colocada en la parte central, inferior, del mural. Es el año de 1937-1938: periodo de turbulencias políticas, sociales y económicas en el mundo. Europa sufre la hipnotización del nazifascismo y México recibe a cientos de refugiados políticos, al tiempo que enfrenta la presión internacional de compañías extranjeras por la nacionalización petrolera.
La monumental obra de 10 paneles visualiza la lucha titánica del hombre terrestre por alcanzar los cielos, desde los planos del hombre-pájaro de Leonardo da Vinci, pasando por los globos aerostáticos elevados por el fuego, hasta los dirigibles propulsados mecánicamente y los primeros aviones de hélice.
Proeza que el viajero agradece infinitamente tras sobrevolar a tiro de pedrada la mancha urbana.
Por supuesto, aparecen dibujados los modernos Ícaros del siglo XIX y XX: los hermanos Montgolfier, los Wrigth, el brasileño Santos Dumond de Andrade y Charles Lindbergh. O`Gorman cede a las versiones populares de que el poeta rey Netzahualcóyotl quiso también conquistar las nubes, y lo planta al lado del inventor renacentista.
El amigo de Frida pinta también cómo la sociedad pasó de ser mera espectadora de los vuelos de exhibición, a tener parte activa en estos. La economía se transformó, los caminos reales se asfaltaron y las actividades primarias dieron pie a industrias ligadas al combustible que aún empuja estos a pájaros mecánicos.
El enamorado de Frida reivindica la ciudad como espacio para la amistad y los sueños que parecen imposibles.
*Primera crónica de un viaje realizado a Ciudad de México, del 21 al 27 de noviembre, para participar en un coloquio dedicado a la escritora tabasqueña Josefina Vicens. Acá iré posteando en estos días toda la serie.
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